Jesús nos dio una fórmula infalible para alcanzar la felicidad, y sin embargo qué poco sabemos o qué poco uso hacemos de ella. ¿Qué cuál es esa fórmula? Simplemente Él nos dijo que debíamos “buscar el Reino de Dios, y Su Justicia, y que todo lo demás nos será dado por añadidura” (Mat 6:33). Literalmente, vivimos rodeados de añadidura, y nos consumimos la vida preocupados por ella. Añadidura es nuestra salud, nuestro trabajo, nuestros hijos, nuestra estabilidad económica y laboral, nuestra educación, nuestros amigos, hasta nuestra mascota es añadidura.
La añadidura se vuelve así el centro de nuestra vida, el motivo de vivir, nuestras frustraciones, alegrías, depresiones, regocijos. Pero sin embargo Jesús no dijo busquen la añadidura, que el Reino de los Cielos os será dado como recompensa. La palabra “añadidura” misma significa anexo, secundario, en adición a algo más importante. Ese algo, el concepto central de nuestra vida en las palabras de Jesús, es la búsqueda de la salvación, del Reino de Dios, es la búsqueda de Dios mismo.
Jesús, hecho Hombre, vivió haciendo la Voluntad de Su Padre, y ese es justamente el concepto que define “la búsqueda del Reino”. Hacer el Querer de Dios, Su Voluntad, es el camino a la salvación. Dios quiere que no nos preocupemos por lo secundario, porque todo eso se nos dará como consecuencia de nuestra fidelidad, como regalo extra, como añadidura.
Jesús no nos dice tampoco “busquen el Reino de Dios y nada más se os dará hasta que entren a la Vida Eterna”. No, porque Él quiere nuestra felicidad aquí, porque Él es infinitamente generoso y nos ama de modo personal, uno a uno. Él da el ciento por uno, y más también, cuando se lo busca con un corazón desinteresado y sincero. Por eso es que la añadidura fluirá en nuestras vidas del modo y en los momentos que Dios considere convenientes para nuestra salud espiritual, moral y física. Dios sabe qué es lo bueno para nosotros, y en uso de Su Infinita Sabiduría, administra la añadidura que necesitemos, en la medida que sea mejor para nuestra alma.
La añadidura se transforma así en algo que debemos considerar en nuestras meditaciones y oraciones diarias. ¿Estoy realmente buscando el Reino de Dios, o simplemente orando por más y más añadidura? ¿Hago feliz a Dios con tanta atención a lo secundario, mientras lo principal pasa raudamente a mi lado sin siquiera reconocerlo? Las personas realmente sabias viven entregadas a la Voluntad de Dios y agradecen todo, lo bueno, y lo malo también. Saben que Dios es generoso y nunca se ausenta, y es por eso que todo lo atribuyen a las necesarias cruces que debemos vivir, o a los gozos que nos toquen disfrutar, pero siempre aceptando todo como parte del Plan de Dios en sus vidas.
Como decía el Padre Emiliano Tardif, hay días en que es Viernes Santo y otros en que es Domingo de Resurrección. Tanto uno como otro son parte de nuestro existir, y todo debe ser vivido con agradecimiento a Quien nos da la vida. ¡Esa actitud configura la perfección en la búsqueda del Reino! Y si Dios, viendo nuestra entrega, además nos regala en añadidura salud, o dinero, o afectos, o hijos, o esposa o marido, pues enhorabuena y Gloria a Ti Señor, pero no podemos hacer de todo eso que es secundario, el centro de nuestras vidas.
Vivimos rodeados de añadidura, y qué bueno es que así sea. Comida, ropa, la computadora en la que escribo, la calefacción que me envuelve en esta fría noche de invierno, todo es añadidura. ¡Qué agradecidos y felices debemos estar de tener un Dios tan generoso y cercano! Pero sin embargo, no debemos confundirnos, porque el sentido de nuestra vida no es comer, dormir y subsistir. El propósito de nuestro existir es el encuentro con Dios, la unión con El, la búsqueda de Su Casa como destino de Eternidad.
Mi amigo, créeme que no hay nada que te pueda hacer más feliz que descubrir tu amistad con Dios, porque sentirte amigo y cercano a Jesús llenará de gozo tu alma. Cuando experimentes el abrazo del Señor sentirás un gozo inexplicable a los ojos del mundo, pero incomparable a nada que ese mundo pueda ofrecerte, Cuando sientas que hablas con Jesús y El te escucha, comprenderás que todo lo demás es secundario. Comprenderás que Jesús, en Su Omnipotencia y Divinidad, resolverá todas esas cosas pequeñas que te angustian y quitan el sueño. El, entre tantas otras cosas, es el Dios de la añadidura, El que nos envuelve con sus cuidados, Aquel que jamás deja de prestar atención a nuestras necesidades, miedos y tristezas. La amistad de Jesús es el más extraordinario bien que puedas adquirir, es la perla enterrada en el campo, es el Reino de Dios que entra en tu corazón.
Señor, que te hiciste Hombre para anunciar El Reino de Tu Padre, Reino en el que Tu eres Rey y Señor nuestro. Tú, mi Señor, sabes todo. Tú conoces mis debilidades, porque ves en mi corazón, en lo profundo de mi alma. Con esa Mirada Divina, ayúdame a ver la senda a Tu Reino, y evitar las distracciones que me confunden. Confío plenamente en Ti, porque sé muy bien que me darás todo lo que necesite durante el camino. Comida, bebida, compañeros de ruta, alegrías y tristezas, todo me será dado por Ti como añadidura. Sé que nadie te gana en generosidad y que me amas con todos mis defectos y debilidades, y también sé que estás siempre a mi lado, aunque no te vea ni me hables. Por eso te pido hoy, mi Señor, que me concedas el don de la Sabiduría para que sepa siempre optar por Tus cosas, por sobre toda añadidura que pueda necesitar en mi caminar. ¡Jesús, en Ti confío!