Resulta sumamente sorprendente ver como Dios desea que la Virgen avance entre nosotros en estos tiempos. Así Ella va haciéndose lugar a fuerza de advocaciones, apariciones, mensajes o lacrimaciones de sus imágenes. Donde María pone su pie, se mueven las multitudes, como si un signo particularmente Mariano cubriera nuestros tiempos. Será que Jesús quiere que Ella se haga, más que nunca, la abogada y mediadora de las Gracias que pedimos a El, su Hijo. Intercesora por definición, María derrite el Corazón de Dios y lo abre a nuestros ruegos.
Sin embargo, dicen las Escrituras: “Porque hay Un solo Dios, y también Un solo Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, Hombre también, que se entregó a Si mismo como rescate por todos” (1ra Timotleo 2.5-6). ¿Cómo se comprende entonces que la Revelación Pública (la Santa Biblia) habla en un lenguaje tan claro diciendo que Jesús es el Único mediador entre Dios y los hombres, mientras la Virgen toma un rol de mediadora y abogada ante su Hijo?
La clave está en la doble naturaleza de Jesús, que es Dios en su más completa Divinidad, pero también es Hombre, en Su naturaleza humana. Jesús es así el Único que posee una doble naturaleza, Divina y Humana. Un gran misterio de fe, de un Dios que por puro amor quiso hacerse como nosotros, un Hombre. De tal modo, Jesús representa al Único verdadero mediador ante Dios, porque es el único Hombre que también es Dios, Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Qué misterio difícil de comprender, ¿verdad? Es que sólo a la luz del amor se entiende cómo Dios se ha abajado hasta nuestra escasa estatura, desde Su Divinidad, para tendernos una mano.
Jesús, Hombre verdadero, es el Único auténtico punto de unión con Dios porque El mismo es también Dios verdadero. Sin embargo, el Señor no quiso dejar las cosas tan sólo allí, alimentado por Su Amor deseó hacer más. Dios dispuso venir al Mundo a través de alguien como nosotros, uno de nosotros, y quiso que esa persona sea perfecta, digna de contener al Verbo Divino como Dios Vivo en su Vientre, Tabernáculo humano, de Carne y Hueso ¡Esa es María!
Pero Ella es también Su Mamá, y en Su Naturaleza Humana, Jesús se derrite ante sus pedidos, como se derrite un Hijo Perfecto ante los pedidos de una Mamá perfecta. Así ocurrió en Caná, cuando “faltando el vino, la Madre de Jesús les dijo: ¿No tienen vino? (Juan, 2.5)”. Jesús realizó entonces el primer milagro de Su vida pública, convirtiendo el agua en vino, por la intercesión de Su Mamá. María es así mediadora ante Jesús, porque es Su Madre, y es el mismo Jesús el que la escucha y media ante Dios, que es El mismo en Su Naturaleza Divina.
La Madre del Verbo está indisolublemente unida a su Hijo, y es de éste modo el eslabón dorado que une a cada persona con Dios Hombre, Jesús, para que así lleguen nuestros ruegos a la Santísima Trinidad, al Trono de Dios. La Santísima Virgen es así mediadora ante ese Jesús que es, Él, verdadero Dios y verdadero Hombre, subsistente en la Persona del Verbo. Al mismo tiempo, siendo mediadora ante su Hijo Jesucristo, el Verbo Encarnado, es mediadora ante la misma Santísima Trinidad. Así, María colabora con nosotros ayudándonos a discernir, así como colabora con Su Hijo mediante su intercesión Materna. Una Sociedad Perfecta, de Madre e Hijo, nos da el camino luminoso para alcanzar las Gracias del Creador.
La Virgen está de este modo totalmente unida a los Planes de su Hijo, trabaja para El, no podría jamás apartarse de Su Palabra, de Su Voluntad. Nunca debemos olvidar que sólo Dios Es. El es el Único que puede decir que Es por Si Mismo. Los demás, incluida la Virgen, son porque Dios los hace ser. Así, María es la perfecta expresión de la Voluntad de Dios hecha criatura, es el medio a través del que fluyen los deseos de Jesús hacia el hombre. Dios quiso que María sea el canal perfecto a través del cual nuestros ruegos llegan a Jesucristo, implorando para que Su Divina Voluntad nos mire y acaricie.
María nunca llevaría a su Hijo una oración nuestra, si es que el pedido no responde al fin supremo de la salvación de las almas. Y Jesús, Verdadero Dios y Verdadero Hombre, escucha a Su Mamá más que a ninguna otra criatura. María, que nos comprende más que nadie porque al pié de la Cruz fue hecha nuestra Madre, se hace así cercana y accesible a nosotros. Es, de algún modo, como nosotros. Y es por eso que puede enamorarnos con tanta facilidad, porque sólo una Madre puede capturar el amor de sus hijos aunque ellos insistan en volverse rebeldes y mirar hacia otro lugar.
María, Omnipotencia Suplicante, todo ruego, toda oración, como lo vemos en sus manos unidas, la vista elevada al Cielo. Ella pide por nosotros todo el tiempo. Nos escucha, medita en nuestras intenciones y nuestras necesidades, y habla con su Hijo. María, mediadora ante Jesús, el que nació de su Vientre, el que jugaba con Ella en el jardín de la casita de Nazaret, el que la acompañaba al mercado a hacer las compras. Si deseas llegar a Jesús, ¿no deberías quizás buscar la ayuda de Su Mamá terrenal?