Una misionera de nuestro grupo, de Misioneros de Nuestra Señora del Cielo, tuvo la inspiración de pintar, después de muchos años de no hacerlo.
Florencia Campili no es una artista profesional, por lo que la obra que salió de sus manos tiene doble mérito.
Este retrato del Sagrado Corazón de Jesús tiene algo especial. Nos da una alegría inmensa el verlo, nos cambia el estado de animo, nos da la certeza de que El es nuestro amigo.
Les presentamos esta hermosa obra, y el testimonio de Flor, quien tuvo la Gracia de ver surgír de sus manos al Mismo Señor.
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Testimonio de la pintora, Florencia Campili
A principios de la pandemia teníamos pocas certezas, pero estaba claro que algo se venía, y que íbamos a tener que dar batalla.
En esos días recibí un envío de Reina del Cielo que hablaba del “Détente”, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús que ya nos ha salvado de pandemias a través de la historia.
Realmente ante una plaga, absolutamente inexplicable (inclusive meses después) ¿Qué mejor que el Sagrado Corazón de Jesús para refugiarnos?
Como en casa no teníamos impresora encargué unos detentes de tela online, pero tenían un mes de demora y yo a Jesús lo quería en casa YA. Esa urgencia me trajo la idea de fabricarlos nosotros mismos, y con mi hijo preparamos en la cocina hojas y lápices para dibujarlo.
Y no se lo que pasó, porque hacía mas de 8 años que no tocaba un pincel, que se me ocurrió ir a la baulera y agarrar una tela que tenia desde no sabemos hace cuantos años esperando con su plástico puesto que recordara agarrarla.
Miré mi caja de pinturas, mis viejos pinceles, y llevé todo a la cocina. Decidida, como si fuera una tarea sencilla. Iba a hacer un detente, no me importaba cómo, pero el Corazón de Jesús iba a estar en casa.
Pero claro, la tela era enorme, y hacer un corazón enorme era extraño, además, qué hermoso sería si además del corazón pudiera ver el rostro de Nuestro Señor. ¿Cuánto mejor no?
Y aquí la locura del amor, porque cómo se me va a ocurrir a mi, que pasé 8 años sin pintar, casi sin formación mas que algunos talleres y 3 materias cursadas y abandonadas de Bellas Artes, que podría pintar a Nuestro Señor incluyendo no solo Su Santo Rostro sino también Sus Santas Manos enllagadas, Su Santa Herida, Su Sagrado Corazón.
Si lo hubiera pensado un segundo, hubiera dicho que no. Si me hubiera importado lo feo que me iba a quedar, hubiera dejado todo tirado. Pero nada de eso me importó porque lo que me movió fue la urgencia de estar con Él. Cara a cara, aunque sea a través de un retrato mal hecho, pero desde el fondo de mi corazón. Si la Pintura de un niño nos conmueve, aunque es imperfecta ¿por qué a Él no lo conmovería el mejor esfuerzo de una hija que solo quiere amarlo más?
Entonces le pedí que por favor me ayudara, que los santos del cielo en especial Santa Margarita de Alacoque -que es mi santa del año- me guiaran. Ellos que lo ven todo el tiempo, que me soplaran y guiaran las manos para hacerlo lo más hermoso que pudiera. Le pedí a mi abuelo que era artista y ahora si Dios quiere está en el cielo, a mi ángel de la guarda, al Espíritu Santo y le dije las palabras que me trajeron grandes desvelos: si me ayudás a hacerte hermoso prometo que no se lo muestro a nadie.
En menos de unas horas tenia el rostro del Señor. Lo vi y me derretí de amor, y es gracioso hablar así de algo que pinté yo, pero es verdad. Lo miré y supe que lo que tenia enfrente mío era de Dios. Todo el lienzo estaba blanco, y Su Rostro iluminado.
Hice todo lo que me enseñaron en mi corta formación que no hay que hacer. Siempre me decían: “No empieces por los detalles, hacé todo y vas perfeccionando de a poco.” Pero no, imposible. ¿Cómo no quedarse en los detalles cuando estás descubriendo el Santo Rostro del Señor?
A partir de ese día todo fue seguir largas horas intentando que lo demás acompañara dignamente al rostro. Su manto, Sus manos, Su Sagrado Corazón. Las manos al principio eran diminutas, después enormes, tardes enteras que terminaban en una mancha borroneada, llena de frustración y enojo. Tardes de fin de semana, y largas horas que me reprochaba no dedicar a mi hijo después de una semana de arduo trabajo. Pero El me seguía mirando, y la urgencia seguía quemando mi corazón así que detenerme no era opción.
Yo quería que Sus manos sean hermosas. Eran las manos de Dios. ¿Cómo bajar la exigencia cuando se trata del Señor? Nunca había pintado manos, mas que una o dos y de niños y que nunca me habían quedado bien. Busqué en todos los modelos de imágenes del Sagrado Corazón que hay en internet, pero ninguna era como yo me la imaginaba. Así que le pedí a mi marido que me ayudara con la postura. Vi tutoriales de internet para ver còmo se hacían las manos, pero todo esfuerzo parecía en vano. De pronto, no se cómo, se resolvieron.
En general, cuando lo miro, todo me resulta imposible.
Se acercaba su fiesta el 19 de junio, nunca pensé que iba a llegar a esa fecha así, porque siempre que pinté años atrás mis proyectos no duraban más que una semana. Pintaba a los apurones como queriéndome sacar de encima un cuadro para empezar con otro. Pero esto era distinto. Cada instante que pasaba frente a El, me llenaba el corazón. No era para mostrárselo a nadie, sino que era un secreto entre Dios y yo.
Pero quedaba poco tiempo y empecé a tener pesadillas, insomnio todas las noches, y mucha angustia. De pronto empezó la novena al Sagrado Corazón de Jesús que empezaron a enviar también de Reina del Cielo, la empecé a recibir por celular y era como si cada imagen del día, que era una representación diferente, me diera una respuesta o un impulso a completar alguna parte que me faltaba: un pliegue del manto, el fuego…
El fuego llegó a menos de una semana de la fiesta. Me había vuelto loca igual que con las manos. Y otra vez pensaba: ¡qué incapaz soy de pintar fuego! ¡Quién me manda a hacer fuego! ¿Cómo hacer un fuego santo sin que se vea infernal? Soñé una noche entera con el fuego, hasta que recibí ese envío. ¡Era perfecto! Parecía un rompecabezas que se iba armando a medida que iban llegando las piezas.
Llegó la fiesta del Sagrado Corazón, y en casa fue una verdadera fiesta, ¡con torta, velita y todo! ¡Tenerlo en casa es para nosotros un regalo tan grande!
Que realmente sentí que me excedía. Si bien yo le dije que no lo iba a mostrar, algo adentro mío empezó a dudar.
¿Por qué no compartir? ¿Está bien que lo guarde para mi?
Consulté con mi gran faro espiritual Oscar, y me convenció de mostrarlo. Con sentimientos encontrados, con gran miedo de decepcionar a Mi Señor, pero con esa misma urgencia en el corazón que tuve para traerlo a casa de compartirlo con otros.
Dudé mucho de si solo yo veía esa mirada amorosa, ese gesto de “Ven y sígueme”, y de si me había vuelto completamente loca.
Pero la esencia de la devoción al Sagrado Corazón es difundirla y compartir Su Santo Amor. Así que aquí estoy… rogando al Cielo no decepcionar a mi Señor.
Deseando que muchos otros sientan esta misma locura que yo.
¡Loca por Su amor!