Vivimos siendo parte de una generación perdida, inconsciente totalmente de su ignorancia, de su ceguera. Se que suena fuerte decirlo, y que algunos reaccionarán diciendo todo lo contrario. Que el hombre nunca tuvo tantos conocimientos, ni tanta tecnología a su disposición, ni tantas comodidades para hacer la vida más llevadera. No niego todo eso, porque es absolutamente innegable, está a la vista de todos nosotros.
Sin embargo, me pregunto. ¿De qué sirve?
De qué sirve todo esto si nos transformamos en una generación asesina, que ha avanzado en leyes que promueven el aborto de niños inocentes, hasta en fechas cercanas al nacimiento. No es que sea menor o mayor el crimen, ante los ojos de Dios, si se materializa inmediatamente después de la fecha de la concepción, o ya cercano al noveno mes. Es el mismo crimen. Pero para ser sinceros, me parece que ya es ir demasiado lejos el atreverse a cortar una vida que ya tiene absolutamente todo lo necesario para salir al mundo y Vivir. Es una muestra de cuan lejos están dispuestos a ir.
De qué sirve todo esto, también, si esta generación además condiciona a médicos y personal de la salud, obligándolos a no sólo ser cómplices, sino a ser instrumentos del homicidio. Esta sociedad condena a muchos excelentes profesionales de la ciencia médica a optar entre traicionar su conciencia, o ir a la cárcel. Demasiado parecido a las persecuciones de los primeros cristianos. Renuncias a tu fe, o vas al circo romano a enfrentar a los leones.
De qué sirve toda esta tecnología que nos hace la vida cómoda, si luego es utilizada para que no podamos educar a nuestros hijos de acuerdo a nuestra fe, o como mínimo de acuerdo a nuestra conciencia. Vivimos una generación que nos hace ver como en los colegios a los que van nuestros niños los pervierten para cumplir con supuestas leyes que van totalmente en contra del orden natural. E igual que ocurre a médicos e instituciones médicas, obligan a educadores e instituciones educativas a optar entre traicionar su Fe y su moral, o enfrentar a los leones. Y lo peor de todo, es que ponen a padres contra hijos, porque el error avanza y se transforma en un nuevo prisma moral. La moral del error.
Y de qué sirve todo este avance médico, si se lo utiliza crecientemente para cercenar tempranamente la vida de aquellos que la sociedad no considera práctico seguir sustentando. Hablamos de ancianos, personas enfermas, niños defectuosos. Demasiado parecido a lo que hacían en Esparta. Y por supuesto, todo bajo el paraguas protector de que es “para permitir una mejor calidad de vida a los que sí merecen vivir”, que de ese modo se hacen merecedores de toda la atención del estado. El estado decide quien vive, quien no.
De qué sirve finalmente toda esta modernidad, si no es capaz de detener una simple epidemia de resfrío, que es sólo más mortal que las anteriores. Vivimos una generación tan ciega, que ni siquiera es capaz de mirar al Cielo, y comprender que Dios está detrás de esto. Ni siquiera aquellos que tenemos Fe somos capaces de confesar públicamente que sí, que esto es una purificación que Dios nos da, un llamado a cambiar. Siendo políticamente correctos, “mejor no hablar de ciertas cosas”, parece ser el dogma. Tremendo error, del que Dios no deja de tomar nota. En este sentido, quiero agregar que debemos leer con atención toda la Biblia, incluido el Antiguo Testamento, porque allí está la historia de las traiciones del pueblo elegido, y como respondió Dios, una y otra vez. Jesús mismo nos dijo que El no venía a cambiar una sola coma de la Ley, sino a hacerla cumplir.
Es increíble, pero ni siquiera esta pandemia global ha sido capaz de hacerle aprender la lección a esta generación. Se puede decir, sin temor a equivocarnos, que el mundo ha aprendido poco, muy poco, a pesar de que Dios nos está advirtiendo que debemos cambiar. Que debemos poner el freno, y cambiar el rumbo. Que debemos vestirnos de saco y ceniza, y llenarnos de ayuno y oración. Que debemos salir a los tejados a predicar que Dios Existe, que nos ama, y que no está nada tranquilo con cómo van las cosas aquí abajo.
Vivimos siendo parte de una generación que ha perdido el rumbo, que está perdida, y que no reacciona. Una generación que no está “recalculando” la ruta para evitar un desastre. Nosotros, como parte de ella, debemos ser distintos, debemos nadar contra la corriente, como el salmón. No importa cuan fuerte nos arrastre la presión de la sociedad, es fundamental que perseveremos en nuestras convicciones, y luchemos no sólo por nuestras almas, sino también por las de los que nos rodean.
Hay demasiado en juego, por eso justamente debemos perseverar hasta el fin. Es la hora de los valientes, de los héroes anónimos, los que desde el llano defienden la Verdad, y la Vida. Los que desde el llano defienden a Dios.
Cualquier otra cosa que se diga, es simple palabrerío vacío.
________________
www.reinadelcielo.org