Cuando Simon Beveridge era capellán anglicano de la marina británica, apreciaba el viajar, la variedad de destinos. Señalaba que Jesús no tenía mucho éxito en las sinagogas, pero sí lo tenía al aire libre, cuando juntaba a mucha gente, o en el contacto personal. Y eso hacía él como pastor.
Ahora, desde diciembre de 2017, es uno de los cinco sacerdotes católicos del Ordinariato Personal de Nuestra Señora de Walshingham en Escocia, el órgano creado por Benedicto XVI en 2009 para atender las comunidades de anglicanos que se hacen católicos manteniendo elementos propios de liturgia y tradición. Hay media docena de comunidades del ordinariato en Escocia, a mucha distancia unas de otras, así que vuelve a ser un pastor itinerante.
De parroquia rural a los boinas verdes
Beveridge nació en 1961 en una familia anglicana conservadora, de tradición litúrgica cercana al catolicismo. Hacia los 25 años fue ordenado sacerdote anglicano, ya después de casarse con Sarah. Sirvió 3 años como vicario en una parroquia rural y tuvieron 2 hijos, nacidos en 1988 y en 1990. La vida parroquial no le acababa de apasionar y sentía que Dios le llamaba a “salir”. Así decidió sumarse a la marina británica como capellán.
“Mi intención original era ser capellán de los Royal Marines. Me sumé a la marina y fui al Centro de Entrenamiento de Comandos y conseguí mi boina verde. Mi primer destino fue con los Royal Marines y así se desarrolló mi carrera”, explica a The Portal. Los Royal Marines son la infantería ligera anfibia de la Marina británica, y la boina verde la usan los que superan un curso especial para operar como comandos.
En la guerra de Sierra Leona
En un par de ocasiones sirvió con los boinas verdes en Sierra Leona, en África. “Estábamos en apoyo a la misión de la ONU que no lo estaba haciendo muy bien. Nuestro apoyo ayudó a estabilizar las cosas, pero costó un tiempo. Llegamos después de los paracaidistas”. La guerra civil de Sierra Leona duró de 1991 a 2002 y causó entre 50.000 y 120.000 muertos y una gran cantidad de heridos por mutilación.
Mientras tanto, su esposa, su hijo y su hija se quedaban en Inglaterra. Ella comenta que también en la época de vicario rural su marido estaba fuera todo el tiempo, e incluso cuando estaba en casa no dejaba de atender el teléfono. Es difícil compaginar la vida familiar y el servicio eclesiástico. Con todo, con los hijos ya crecidos, creen que al final la familia salió fortalecida.
Llevar la fe sin atarse a un lugar
En la marina ofició los servicios en todo tipo de lugares: agujeros helados en Noruega, selvas húmedas en Sierra Leona, refugios frágiles en Guyana, salas en barracones… Explica con humor que “si para ti el domingo solo vale con misa cantada, olvídate del ejército”. Los servicios se hacen con lo que se tiene a mano: no suele haber coro ni organista.
Los últimos años los pasó en una base naval británica. En su época itinerante se convenció de una cosa: “la fe verdadera es portátil, no se ata a un solo lugar”.
La Iglesia Anglicana ya no le satisfacía
Después de 23 años sirviendo en la marina, le llegó el momento de jubilarse. No quería volver a una parroquia anglicana. Le gustaba mucho el contacto interpersonal, cercano, que en las parroquias no siempre se da (excepto con los parroquianos). Y, de hecho, la Iglesia Anglicana, dice, había cambiado mucho en las dos décadas que pasó en la marina. Las parroquias se habían llenado de sacerdotisas y se estaban cuestionando muchas cosas de moral sexual y familiar que antes no se planteaban.
Por un lado, sentía que como sacerdote Dios le llamaba a servir. Por otro, ni el mundo parroquial ni la Iglesia Anglicana le estaban convenciendo. Y entonces sucedió algo que nadie esperaba: Benedicto XVI creó los ordinariatosanglocatólicos para ex-anglicanos. Al frente puso ex-obispos anglicanos y se nutrían de ex-pastores anglicanos, la mayoría casados y con hijos, a los que por permiso especial de la Santa Sede, al hacerse católicos, se les permitía ser ordenados sacerdotes tras una evaluación caso a caso.
“Pensé: ¿de qué irá esto? Cuanto más lo observaba, más lo reflexionaba. Había un encaje entre lo que yo era y lo que se me ofrecía. Hablé con el padre Len Black [primer pastor anglicano en entrar en el ordinariato en Escocia] y me dijo, ven a ver y averigüé más. Me gustó“.
Aunque veía que los grupos anglocatólicos en el ordinariato eran pequeños, no le importaba: “estaba acostumbrado a que la gente no apareciese para el servicio en la marina. Lo importante es el contacto con las personas”.
Para servir al ordinariato en Escocia
Vio que había necesidad de pastores y dio el paso. Se hizo católico y se presentó para servir pastoralmente. El ordinario, Keith Newton, aunque puede llevar símbolos episcopales como la mitra, el báculo y el pectoral, en realidad no es un obispo (es un hombre casado) y no puede ordenar sacerdotes. Fue ordenado, a petición del ordinario, por el obispo de Galloway, William Nolan. Aunque sirve sobre todo al ordinariato por toda Escocia, se entiende que apoyará también en la diócesis de Galloway, que tiene apenas 40.000 fieles (un 8% de la población).
Beveridge con el obispo Nolan, de Galloway (con báculo) y con Keith Newton, ordinario de Nuestra Señora de Walsingham, que es su superior en el ordinariato y antiguo obispo anglicano
El ordinariato es muy pequeño por ahora en Escocia (que no es una región de tradición anglicana, sino calvinista presbiteriana). “Hay gente de todo tipo interesada en el ordinariato, algunos católicos de toda la vida, otros conversos, que vienen a la misa y aprecian lo única que es“, dice, refiriéndose a su liturgia especial.
Sarah, que se hizo católica junto con su marido, explica que los católicos de Galloway han sido muy acogedores con algo que les resultaba completamente nuevo: un sacerdote con esposa. Ella suele recordarles que en caso de que ella muriera, él debería permanecer célibe, como sucede con los diáconos permanentes que enviudan. Con todo, señala que el ordinariato es una novedad y hay católicos a los que les cuesta entenderlo todavía.
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Fuente: Religión en Libertad