Tengo un amigo, el más cercano, el que no me deja ni a sol ni a sombra, ni siquiera descansa cuando yo duermo, tan sólo vela por mí y espera pacientemente que yo despierte descansado y renovado. Él conoce hasta mi más ultimo hábito, porque me ha estado cuidando desde antes de que yo naciera. Me observaba en el vientre de mi madre, miraba cómo me desarrollaba lentamente, y soñaba con lo que podría hacer de mi vida. ¡Y que alegría la suya cuando vi la luz del mundo por primera vez!
Cuando niño, se alegraba en mi pureza, en mi inocencia. Mi amigo sabía que irreversiblemente iba a crecer y madurar, y que el mundo pondría muchas semillas de error, maldad y egoísmo en mi camino. Pero mientras tanto, él gozaba con esa etapa tan noble en que las personas nos parecemos a ellos, a los Ángeles. Era muy fácil el dialogo conmigo entonces, porque yo estaba abierto a su presencia, mi inocencia no bloqueaba la razón, razón de niño, simple y directa.
Mi amigo ha tenido desde entonces muchas alegrías, pero también muchas tristezas. Me ha sido muy difícil recordar que él está junto a mí, aconsejándome, ayudándome hasta en los más pequeños detalles. Que triste habrá estado tantas veces al ver que todo lo extraordinario que puedo hacer de mi vida, naufraga en los mares del error y la ignorancia. Sin embargo, mi amigo es paciente y busca una y otra vez la forma de hacerme llegar su consejo, su sutil ayuda.
Un día lo volví a descubrír, y comprendí que su presencia es un extraordinario regalo que Dios mismo me ha dado. ¡Qué extraordinario acto de amor el de mi Dios! Mi ángel, mi compañero, ahora se hizo persona, se hizo un amigo al que acudir en un dialogo que sólo dos seres muy entrañables pueden tener. El sonríe cuando mis palabras se hacen oración, y es en esos instantes de diálogo con el Cielo cuando mi amigo es más feliz.
Mi amigo sabe bien que su destino es el de acompañarme hasta el final, y si él y yo tenemos éxito, entraremos juntos al Reino. También sabe él que si me toca ir al lugar de la purificación, estaremos juntos porque su consuelo hará más suave el yugo, dándome le luz de la esperanza. Hay un solo lugar donde él no me puede acompañar, y es aquel al que van los que se pierden por toda la eternidad. No dejo de pensar en la tristeza de aquellos ángeles que deben alejarse de sus amigos, y del consuelo que Dios les prodiga cuando vuelven solos a la Casa del Padre, a recibir otra misión.
Mi amigo es como un hermano para mí. De hecho él es persona, y como tal tiene en su temperamento ciertas virtudes muy desarrolladas, y en esas cosas nos parecemos, cuando yo escucho su consejo. No es con palabras, pero él hace que me emocione cuando algo bueno brota de mí, y también me sacude y conmueve cuando me acerco a algo que no es agradable al Cielo. Mi amigo, trabajador incansable, es embajador ante muchos otros amigos que a través suyo se interesan por mi. A él le gusta recibir a aquellos santos a los que yo llamo, y se deleita en presentarme a muchos otros a los que no tengo el gusto de conocer.
Pero pocas cosas alegran más a mi amigo, que el de verme unido a su Reina, la Reina de los Ángeles. Cuando Ella me visita, su espíritu se alegra y siente por unos momentos que puede descansar, que puede simplemente observar cómo la santidad hecha persona me bendice con la Gracia de la que Ella está llena. Mi amigo se une entonces a todos los otros ángeles que la acompañan, y con cantos y alabanzas hacen fiesta, fiesta que resuena y produce ecos que alcanzan el Trono del mismo Dios.
Mi amigo y yo quizás nos parecemos, cuando juntos trabajamos en aquellas pequeñas y grandes obras que son buenas para el mundo. Me gustaría saber más de él, pero se que debo ser paciente, porque aún no ha llegado la hora en que el Señor me deje ver el libro donde en Su Plan delineó lo que yo debía hacer de mi vida. También sé que debo aprovechar mi tiempo para descubrir y cumplir ese plan en la mayor medida posible. Pero he perdido muchos años ya, demasiadas cosas que El esperaba de mí, no las he hecho, y sin embargo he hecho muchas otras que El no esperaba.
Mi ángel, mi amigo, sabe cual es mi plan y está aquí para ayudarme a conocerlo, y a cumplirlo. No puedo desaprovechar su presencia, Dios mismo lo ha puesto a mi lado para que con una fe profunda, me una a él y acepte su inestimable consejo y sensible ayuda. Que él me guíe a buscar y conocer la Voluntad del Buen Jesús sobre mi vida, y que sea mi sostén para que pueda perseverar, y cumplirla, hasta el fin.