Mucha gente, en algunos casos hasta con supuestas buenas intenciones, obra de freno a la conversión de quienes descubren de forma fulminante la necesidad de vivir para y por Dios.
Y se escuchan argumentaciones que confunden y muchas veces frenan el camino del crecimiento espiritual. Hemos recogido algunas frases que deseamos compartir, a modo de advertencia y consuelo, a quienes luchan por sostenerse en el camino de la fe:
¿Por qué rezas tanto?. Con un poco es suficiente, eso no es normal.
Estás cambiado, tu vida es distinta. Ya no haces las cosas que hacías antes, nos has dejado solos, sólo hablas de Dios, ¡eso no es normal!.
No hables así, casi nadie lo hace. Tendrás problemas en tu trabajo si tu jefe se da cuenta que piensas de ese modo, ¡eso no es normal!.
¿Por qué llevas medallas, tu Rosario y tu escapulario?. ¿No puedes pensar en las cosas en que piensa todo el mundo y actuar normal?.
¿Por qué estás tan preocupado por tu alma?. Dios es un papá bueno, nada malo nos puede pasar, sólo debemos vivir.
¿Por qué hablas del demonio y del infierno?. ¡Dios no podría permitir la existencia de cosas tan espantosas!.
¿Cómo que ayunas?. ¡Debes cuidar más tu cuerpo!.
Tú no haces mal a nadie, ¿por qué te preocupas tanto de tu salvación?. ¡Qué me quedaría a mi entonces!.
¿Por qué vas a Misa tan seguido y oras tanto?. ¿Estás acaso enfermo, te pasa algo malo?.
A tí que rezas tanto e igual te acosan los problemas, ¿no te protegen desde arriba?.
Oye, me da mucho miedo verte así, ¿Qué te pasa?. ¡Ya no eres el de antes!.
No te veo normal, tengo miedo que estés en algo raro, ¿con qué personas te estás reuniendo últimamente?.
Esta fuerza que trata de frenar la conversión, planteándola como algo anormal y ajeno a lo que la gente espera de uno, puede minar las mejores intenciones.
Pero algo nos debe quedar en claro: En un mundo que se ha alejado totalmente de Dios, no hay cabida sencilla para vivir entregando la Voluntad al Creador. La existencia de dificultades es una evidencia clara que indica que el camino parece ser el correcto, y ello debe fortalecernos. Nada que se haga para la obra de Dios es fácil, siempre encuentra resistencias.
Cuanto más buenos los efectos salvíficos, más dificultades pondrá el mundo.
Cuanto el acoso amenace con tumbar tu brote de fe renovada, mírate en tu interior y observa:
Oro, amo, imploro, pido perdón y me esfuerzo por hacer lo que Dios espera de mi, aunque muchas veces no esté seguro de estar haciéndolo realmente. Busco conocer a Dios, sobre Sus revelaciones, leo sobre los santos como modelo a seguir, gozo la Eucaristía como encuentro renovado en Cristo. Me beneficio del Sacramento de la Confesión. Sin dudas puedo cometer errores, pero:
¿Acaso puede Dios no estar contento con mis esfuerzos?.
No te dejes confundir, sigue adelante. Sólo busca trabajar y orar. Ora y labora, las cosas del mundo no son importantes, son temporales y perecederas.
¡Solo Dios basta!