Católicos jugando de visitante

Perdón por la comparación futbolística, pero es acertado comprender que como católicos ya no jugamos de local, sino de visitante en casi todo occidente. Ustedes saben, cuando un equipo juega de local, se siente rodeado de propios y con poca presencia de ajenos. Pero cuando se es visitante, hay que esconderse, porque el ser identificado conlleva riesgo personal cierto.

Como Iglesia Católica hemos vivido en occidente demasiados siglos jugando de local, pero ahora nos cuesta comprender que somos visitante, y eso nos hace actuar de modo equivocado. Déjenme explicarme. Por mucho tiempo lo socialmente correcto fue bautizar a los niños, casarse por Iglesia, ir el domingo a Misa, vivir la fe de modo activo. Era la forma de ejercer la pertenencia a la sociedad occidental, y es por eso que la mayor parte de nuestras ciudades tienen una cantidad de Iglesias que hoy en día claramente no son utilizadas a pleno. Y las ciudades mismas tienen nombres derivados de la Fe: San Francisco, Santa Fe, Asunción, San Pablo, Santiago, y la lista sigue y sigue.

Fe (ft img)El mundo y su vida cotidiana giraban alrededor de la pertenencia a la Iglesia, y el modelo que imperaba era territorial. Cada parroquia tenía un Párroco que recibía a los fieles, decidía las condiciones para aceptar bautizar a los nuevos miembros, y administraba el territorio asignado. La Iglesia jugaba de local, lo normal era ser Católico, y no serlo implicaba estar fuera de lo normal, quizás fuera de la sociedad.

Pero eso cambió, en pocos años, en la mayor parte de occidente. Hoy ya no es totalmente normal que las parejas se casen por Iglesia, o que bauticen a sus niños, o que los instruyan en la Fe Católica para que reciban los Sacramentos. Ni hablar de buscar que al menos un hijo sea sacerdote, y hasta en ocasiones ni hablar de tener hijos. Lisa y llanamente, ser Catolico se ha vuelto una opción, una minoría, y las más de las veces una minoría no bienvenida.

En simples palabras, jugamos de visitante. Ya no somos la mayoría, ni lo nuestro es considerado normal, sino todo lo contrario. Somos crecientemente perseguidos si expresamos nuestra fe en colegios, empresas, clubes, y hasta en los medios de transporte. Y ni hablar de defender públicamente nuestras convicciones cristianas. Si hasta los sacerdotes ya no usan sotana, por temor a la reacción.

Lo malo de haber jugado tantos siglos de local, es que nos acostumbramos, y ahora no alcanzamos a comprender que esos tiempos se acabaron. Para jugar de visitante hay que tener valentía, y ser católico en la actualidad requiere mucha valentía, heroísmo en muchos casos. Se puede decir que ser católico en estos tiempos es una opción, no algo natural como fue hasta algunas décadas atrás. Y es una opción con sus riesgos, con sus costos. Por eso es que ahora tiene mucho más valor el serlo, y Dios así lo comprende.

Es muy visible que poco a poco estamos volviendo a los tiempos de la iglesia primitiva, que era perseguida, hasta el martirio. Hoy vivimos martirio en ciertos lugares de Oriente Medio y Asia, aunque en occidente es todavía un martirio social el que vivimos, pero sospecho que un día puede volverse un martirio real también. La posibilidad de ser encarcelado por defender los valores Cristianos, no es ya una locura inimaginable en muchos países de occidente. El ser católico y defender la familia, la vida, ir en contra de la ideología de género, puede significar no poder ejercer profesiones como la medicina, la educación, y hasta la política. Todo se va contaminando, de tal modo que los valores que juegan de local son todos contrarios a nuestra fe. Nosotros, en ese contexto, nos vemos rodeados de masas enardecidas que proclaman ideologías y propuestas antagónicas a nuestros valores cristianos.

Un mundo complejo, sin dudas, pero nada distinto a lo que ya se vivió en otros siglos cuando la Iglesia de Jesús era perseguida. Lo importante es sacudirnos la modorra y comprender que no podemos seguir con el modelo anterior, esperando que la gente venga a nosotros. Hay que salir, hay que ir en busca de la gente, hay que recibirlos y abrazarlos en cuanto se los encuentra, en lugar de rodearse de los pocos mismos de siempre, que además cada año avanzan en edad sin ser renovados desde las bases.

Debemos reconocer lo distinto que son estos tiempos. Es hora de trabajar, de predicar, de expresar las convicciones, de enfrentar corrientes contrarias. Es hora de virtudes heroicas, de no sentarse a esperar, sino de echar las redes y salir de pesca, como el Señor nos enseñó, aunque las redes estén envejecidas, y nuestras manos faltas de práctica. Pidamos al Señor que nos de redes nuevas, y que despierte nuestras manos de la pereza y nos de la fortaleza de Su Espíritu, para que podamos vivir este Segundo Pentecostés que copiosamente cae sobre nosotros.
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Autor: www.reinadelcielo.org