Soñé que abro el periódico, y en la sección de “búsqueda de empleos” encuentro éste particular aviso clasificado:
En mi sueño no había muchos candidatos que se presentaran por el aviso. Más bien eran pocos, y la mayor parte de ellos no respetaban el segmento del aviso que recomendaba “abstenerse”.
¿Qué pasa?, ¿qué nos pasa? Los estadios de fútbol repletos, los recitales de músicos bastante poco “cercanos” a Dios completos, los gimnasios plagados de gente haciendo fierros y pesas, los estilistas dando turnos a sus clientas a más no poder, bares y restaurantes al tope, lugares de veraneo sin turnos en temporada, niños y adultos hablando con sus celulares a tiempo completo, búsqueda desenfrenada de tener un moderno automóvil, etc, etc, etc.
Mientras tanto, Jesús, el más maravilloso empleador del universo, no ceja en invitarnos a presentarnos como candidatos para ser obreros en Su Viña. La paga no tiene comparación, ¡es el Reino! ¿Dónde quedan las baratijas del mundo en comparación con semejante paga? Sin embargo, las multitudes siguen dormidas sin acudir al llamado. Y los pocos que acuden, poco trabajan en la Viña. Dan algo, pero miden, y no se dan cuenta de lo injusta que es su medida. Ponen miserables porciones de su tiempo, mientras en paralelo lo derrochan en actividades banales que no tienen beneficio espiritual alguno. Ponen un centavo en la Viña, y se desgarran las vestiduras, mientras derrochan dinero en variadas muestras de vanidad mundana. Ven a los pobres alrededor, y dando muy poco vuelven a disfrutar de sus aires acondicionados y comidas costosas. Y lo peor, que se quedan en la Viña sin querer irse, mientras hacen daño a los que si quieren trabajar. ¡Y cuando se van, pobres los capataces de la Viña, pobre el Señor de la Viña!
¡Que difícil es para el Señor el conseguir obreros fieles, humildes y obedientes! Obreros que no pregunten, que no juzguen, que no opinen o quieran mandar a los demás. Simplemente obreros enamorados del Patrón de la Viña, que quieran dar a los demás lo necesario para que la luz de su ejemplo haga brotar las vides, florecer desde los tallos, y dar los frutos que produzcan ciento, mil por uno. Mi amado Jesús, nuestro amado Jesús merece que nos entreguemos, que nos desprendamos de las ataduras a tantas cosas que nos alejan de El. Jesús quiere que seamos felices, pero felices en el amor que El nos pide, felices en sentir que estamos haciéndolo sonreír, llorar de alegría. Jesús siente orgullo de nosotros cuando hacemos buenas acciones, cuando sin pedir nada a cambio damos algo a los demás. Cuando nos esforzamos, sin especular en una gota más o menos de transpiración. Cuando damos toda nuestra transpiración para que El nos vea así, bañados en sudor, santo sudor que nos cubra como prueba de tanto trabajar en la Viña.
El aviso clasificado se publica todos los días en todos los periódicos del mundo, porque nuestro Jesús no se detiene en su afán de encontrar trabajadores nobles, buenos. El nos invita, nos atrae, nos busca. Y los que quedan son, tristemente, muy pocos. Y no vale decir que son los que tienen que ser, no. Tienen que ser muchos más, porque para eso Dios nos ha dado tanto, para mostrarnos cual es el camino. El sendero está iluminado, claro, delante nuestro. No podemos perder esta oportunidad, ¡respondamos al llamado!
Señor, mi Buen Dueño de la Viña. Dame las herramientas que necesite, para poder hacer un buen surco, plantar las vides que vos desees, regarlas con mi sudor, cuidar cada una de ellas. Que no me deje atraer por las cosas del mundo, que tenga la fortaleza necesaria para aceptar el pequeño puesto que Tú me asignas, sin esperar más, sin pedir más, sin desear más. Que sea humilde y obediente, y haga de mi presencia en Tu Viña un motivo de alegría y gozo para vos.