Muchas veces hemos reflexionado sobre cual es el preciso momento en que el ser humano adquiere su verdadera naturaleza, dentro del vientre materno. Mucha gente especula al respecto, sin advertir lo evidente de la situación. Baste ver la imagen de ese niño de semanas, en el que ya se perciben las manitos buscando la boca para chupar el dedo pulgar. O basten las imágenes tantas veces vistas de esos cuerpitos pequeños y llenos de vida, latiendo dentro del nido materno. ¿Cómo podemos pensar que la vida humana comienza en algún punto que no sea el de la misma concepción? Es en ese instante en que Dios insufla el alma a esa nueva criatura, haciendo de la unión del hombre y la mujer el mayor don que Dios nos da, porque allí nos hace de algún modo partícipes de Su Omnipotencia Creadora. Allí, en el vientre materno, está la vida.
Sin embargo, millones de almas son a diario arrancadas, succionadas, despedazadas y desprovistas de la oportunidad de vivir, alrededor del mundo. O por desconocimiento, o por mala intención, o por conveniencia, o por maldad, mucha gente no solo practica sino que también promueve el aborto. La Virgen ha dicho en muchas de sus apariciones de los tiempos modernos, que este es el peor pecado del mundo actual, el peor crimen que lastima su Inmaculado Corazón y ofende al Sagrado Corazón de Jesús. María llora por este crimen que el mundo difunde cada día en más países. Así, aquellas naciones que permiten y promueven el aborto se exponen a la Justicia del Señor, el Cielo todo las mira con dolor, porque este crimen aleja la Gracia de Dios, que necesita al hombre siendo digno de ella, para merecerla.
Sabemos que muchas personas célebres tuvieron riesgo de ser abortadas del vientre materno. Su testimonio nos invita a reflexionar sobre quien somos nosotros para decidir cuando o como permitir o interrumpir una vida, sean cuales fueran las circunstancias de la concepción o de la salud del niño. Dios sabe bien por qué permite que un almita venga a este mundo, nosotros no somos dignos de tomar la iniciativa criminal de cercenar una vida incipiente.
También vemos con horror como los políticos se aprovechan del tema en su afán de adquirir o conservar el poder. Cuando una encuesta les indica que la cuestión del aborto les permite aumentar su popularidad en un segmento de la población, sin escrúpulos se lanzan a declamar la legalización de este terrible crimen. Otros lo hacen porque simplemente son criminales por convicción, buscan matar al hombre física o espiritualmente, privándolo de la vida, o de la fe. Pero en un caso o en otro, son lideres sociales que promueven un mal enorme para esos pueblos. Diría yo que no quisiera estar ni por un segundo en el lugar de las almas de estas personas, ¡si supieran lo que hacen!
Nosotros, mientras tanto, miramos con horror como el crimen se difunde más y más, hasta llegar a ser algo corriente y no prohibido por la ley en muchos países. ¿Qué debemos hacer? ¿Simplemente observar y lamentarse de tan masivo homicidio de almas inocentes? Hay muchas cosas que podemos y debemos hacer, sin dudas. Empezando por la más simple: quien apoya o vota a un candidato político que mantiene una postura abortista, se hace cómplice del crimen ante los ojos del Señor. Este aspecto de nuestra apreciación de la propuesta de un candidato debe sin dudas estar por encima de sus opiniones sobre seguridad, economía, o salud. Nada puede ser más importante que el evitar el crimen masivo de tantas almas inocentes.
Es hora de tomar posición, mis amigos, respecto del aborto. En lo pequeño, o en lo grande, este es un tema central en nuestra vida, porque es un tema central para Dios. Este crimen aumenta la distancia entre Dios y el mundo, amenaza poner una enorme fosa entre el Señor y la humanidad. No porque Dios así lo desee, sino porque es el hombre el que se hace criminal en serie, asesinando a millones de niños inocentes.
Y tu, ¿qué opinas? ¿qué crees que puedes hacer al respecto?