El sacerdote Aldo Trento, que atiende a personas enfermas pobres o excluidas en la Fundación San Rafael de Asunción del Paraguay, ofreció en Tempi (publicación italiana) la historia de la edificante muerte de un niño fallecido en el centro:
Luisito, un niño de 12 años, se estaba yendo. Sus respiraciones eran cada vez más profundas y distanciadas. Apenas abría los ojos. Le costaba oír. Miraba a la Virgen, miraba a su madre. A la pregunta del sacerdote: «¿Amas a Jesús, estás preparado para encontrarte con Él?», respondió: «Sí, padre».
La madre había reunido a toda la familia para decirle adiós. Fue un momento hermoso y feliz para todos. Cuando se fueron, la madre dejó las líneas publicadas más abajo, fruto de noches insomnes durante las cuales velaba, como la Virgen María, a su hijo inquieto y atormentado por una metástasis que lo consumió totalmente.
Tras las líneas de la madre, una carta que Luisito escribió a Jesús poco antes de morir.
Carta de la madre de Luisito
Dios mío, estoy ante mi hijo, que se está muriendo. Mentiría si afirmase que estoy resignada. Estoy triste y llena de miedo, porque he hecho todo lo humanamente posible para curar a Luis. ¡Oh Dios, mi hijo está en tus manos! Si quieres, Tú puedes hacer el milagro de curar a mi hijo. Señor, no te lo digo como un reproche, sino que te lo pido con todo mi corazón. Sin embargo, si mi hijo está destinado a volver con tus ángeles al Paraíso, soy feliz. Señor, te pido de nuevo que Luis no sufra, que no sienta dolor… y te doy las gracias por habérmelo dado como hijo.
Es un niño especial: alegre, cariñoso, siempre piensa antes en los otros. Recuerdo que cuando le enviaba a la panadería para comprar pan, en el camino de vuelta lo iba dividiendo con sus amigos y luego me decía: «Mamá, no te enfades. Quita la parte que me toca y dásela a mis hermanos». ¿Te acuerdas, Señor, cuando le pedía a su padre que cantara tocando la guitarra durante la misa en la capilla? Señor, has elegido a este hijo mío para darnos una lección de vida, para enseñarnos cómo combatir en esta vida conociéndote, Dios mío, como él suele hacer.
Te doy las gracias, Señor, porque a través de la enfermedad de mi Luis has ayudado a mis otros hijos a salir del pozo ciego en el que habían caído y a reemprender nuevamente Tu camino. Te doy las gracias, Señor, por haber permitido que lo tuviera un año más; él me ha ayudado a acercarme a ti, oh Dios, porque a pesar de todo lo que veo y sufro, sé que él va al Cielo, y porque sólo dos veces durante todo este largo tiempo de enfermedad ha dicho “¡ay!”: cuando se estaba recuperando de la cirugía y cuando le hicieron una punción en los pulmones.
Gracias, Señor, porque a causa de su enfermedad Luis ha llegado a esta Clínica Divina Providencia, para estar más cerca de ti y conocerte mejor. Te pido que me ayudes a ser cada día más fuerte en la fe, Señor, y que tengas piedad de esta pobre pecadora enviando Tu Misericordia sobre mi familia.
Carta de Luisito a Jesús
Oh Jesús, antes de tener esta enfermedad yo te conocía poco, pero muy poco. Con la enfermedad, poco a poco he llegado a conocerte más. Ahora sé que Tú eres mi Salvador, porque todas las cosas que te pedía, o todo lo que te pido, me lo has dado siempre.
Recuerdo que una vez te pedí salud para mi madre y Tú me escuchaste, Señor. Hiciste que mi madre se sintiera mejor y ahora ya no tiene su enfermedad de los vértigos. También cuando me faltaba el aire y me estaba asfixiando, me has dado la respiración para decir estas palabras. Viniste a la tierra para morir por mí y cuando decidas que me quieres llevar cerca de Tu Padre, iré.
Gracias, Señor, por todo; gracias por los días que me has dado de vida, gracias por la luz, porque aún estoy con mi madre, con mis hermanos, con toda la gente a la que más amo. Luis.
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Fuente: Religión en Libertad