Siempre me pareció ridículo este asunto de los remedios falsos, esos que parecen sanar pero en realidad no tienen poder curativo alguno, me refiero al tan conocido placebo. ¿Cuál es el sentido de semejante autoengaño? Aunque a veces son los propios médicos quienes engañan a sus pacientes suministrándoles un placebo, para hacerles sentir que algo se hizo, aunque en realidad no se hizo nada. El médico sabe que la persona no tiene enfermedad alguna, y le suministra algo que la hace sentirse bien, medicamentada, contenida. Es algo así como psicología sin psicólogo, curación sin cura. Una verdadera farsa. Y para peor de males, si es que existe una enfermedad, el placebo logra que la persona desatienda la necesidad de una verdadera cura, mientras el mal avanza y avanza sin nada que lo detenga.
Vivimos tiempos de relativismo moral, relativismo ético y espiritual. Y creo que lo que nos están tratando de suministrar es nada más ni nada menos que un dios placebo, que aparentemente cura, pero en realidad lo único que logra es ocultar la enfermedad para que ésta aflore luego con fuerzas destructivas renovadas. El dios placebo nos hace sentir sanados en el alma, pero en realidad la enfermedad sigue allí, destruyendo, ya que el placebo logra atontarnos espiritualmente.
¿Cómo es este dios placebo que nos presenta la sociedad globalizada? Pues es un dios de consumo: un dios conveniente, práctico, que no nos pide nada, se lo enchufa al tomacorriente y funciona, como si fuese un aparato hogareño. Es un dios que es tan pero tan permisivo, que no pudo haber creado el infierno, ni el purgatorio, ni permitido que huestes de Ángeles cayeran, en su propia opción, al odio eterno. En resumidas cuentas, es un dios pura misericordia, pero sin justicia. Y es aquí donde reside el mayor engaño, el error.
La Misericordia de nuestro Dios es mayor que Su Justicia, porque Dios es Amor. Pero no hay Misericordia sin Justicia, porque El balancea en forma perfecta el punto en el cual nuestro libre albedrío encuentra la necesidad de optar por el amor, la caridad, la pureza de cuerpo y alma, haciendo Su Voluntad. Nuestro pobre entendimiento no nos permite juzgar cuando es que Dios hace caer Su Mano, Su Justicia, para premiar con el Reino a quienes hicieron de esta vida una llave de entrada al lugar de las eternas delicias. Y si para algunos hay premio, para otros hay reparación y purificación, y tristemente hay condenación eterna también. Justicia y Misericordia, de este modo, impulsan el Pensamiento del Justo Juez que vino a mostrarnos con Su Cruz cual es el Camino, la Verdad y la Vida.
El relativismo que vivimos en estos tiempos trata de convencernos de que Dios nos perdona absolutamente cualquier cosa, que debemos simplemente ser felices haciendo todo lo que nos plazca para disfrutar al máximo este tiempo de vida terrenal. Bajo este paraguas ético, a Dios sólo le interesa que disfrutemos intensamente los años de vida que nos quedan, sin demasiadas reglas morales ni religiosas que respetar. Me pregunto, ¿cómo se interpreta la vida y la Pasión de Jesús bajo ésta mirada relativista, donde todo se acomoda a la conveniencia de cada individuo? ¿Acaso Jesús relativizó Su Amor y obediencia al Padre? Si Dios hecho Hombre nos hubiera querido mostrar con Su ejemplo que el sentido de la vida es disfrutarla hasta el extremo de relativizar todo valor moral y ético, no hubiese muerto en la Cruz por todos nosotros, para tomar El mismo todos nuestros pecados y reconciliarnos con Su Padre. Por otra parte, Jesús curó a muchos endemoniados, expulsando los espíritus impuros de sus cuerpos. Que basten las Sagradas Escrituras para demostrar que demonios e infierno, Cielo y Almas Santas si existen. Premio y castigo, purificación y condena, todo es parte del Plan de Dios.
El dios placebo que nos tratan de vender es simple y económico, no pide nada a cambio de su terapia de relajación, de sus estados alfa o como lo quieran llamar. Da amor y consuelo a cambio de un poco de meditación, no pide mucha oración, ni trabajo para el Reino. Es un dios que se preocupa más por salvar a las ballenas que por luchar contra el aborto de millones de victimas inocentes. Un dios que tolera todos los males de este mundo porque son parte de la naturaleza de la criatura que él mismo creó. ¿Por qué se va a quejar o preocupar entonces? Es un dios distante, que hizo el mundo y se retiró a mirar televisión o leer revistas allá en su cielo, desentendido de lo que el hombre rompe y distorsiona en la tierra
¡No, ese no es Dios! Es un dios fabricado por este hombre moderno, a su conveniencia. Un dios que no critica las miserias que nos envuelven, que apoya y justifica la sociedad de consumo, la vida light. Casi diría que es un dios surgido del mismo laboratorio del que surgen modernos aparatos de consumo, o libros de autoayuda, o cursos de gimnasia de relajación. Lo peor de todo, es que no cura a quienes lo siguen, les hace perder tiempo y atonta sus almas, poniéndolos a riesgo de perdición.
El relativismo, en definitiva, mata la conciencia. Se comprende al hombre, diciendo que tiene una naturaleza pecadora que hay que reconocer, y aceptar. El pecado ya no es ofensa a Dios, sino una simple manifestación de su naturaleza, con la que Dios está conforme. Sin conciencia, no hay ofensa a Dios, no hay pecado, no hay necesidad de la Gracia, no hay santidad. Mucho peor, no hay necesidad de buscar la santidad, porque al fin del día Dios nos va a perdonar a todos por igual.
Nuestra búsqueda de Dios no debe estar basada sólo en el placer espiritual o el consuelo que tan hermoso hallazgo suscita. El encuentro traerá días de gozo y de dolor, tendremos Viernes Santos, y Domingos de Resurrección, como Jesús tuvo. Tomemos la cruz que nos toque, y el gozo espiritual de sabernos amados por Dios, y que el Señor se haga cargo del resto. El Dios Verdadero, Eterno y Amante, nos espera en el Sagrario, en todos los Tabernáculos de la tierra. No es un dios placebo, El es el Verdadero remedio de nuestras enfermedades, que ataca los males de nuestra alma, a fondo. El quiere extirpar las alimañas que ahogan a nuestro espíritu, dándonos salud verdadera, Vida verdadera, eterna.