Benditos obstáculos

¡Años de luchar contra mis debilidades!. Cuanto esfuerzo en sobreponerse a habilidades no poseídas, a talentos no desarrollados, en quitar de mi camino obstáculos que se ubican una y otra vez en el centro de mi ruta, como rocas que caprichosamente buscan rodar frente a mí, por más que las rodee o quite de la huella.

Recuerdo particularmente mi adolescencia, sueños de desarrollar mi vida en una dirección, pero sin lograr siquiera crecer en ese rumbo, pese a enormes esfuerzos iniciados una y otra vez. Y luego en los primeros años de mi vida de adulto, sorprenderse de que algunas cosas funcionaron imprevistamente sin mayores esfuerzos, mientras otras presentaron una tremenda resistencia. Por más que testarudamente quise ir en un rumbo luchando contra incontables dificultades, la realidad me mostró otra avenida que pareció pavimentada o preparada de antemano para mi paso.

Esta lucha contra esas limitaciones o miserias personales, defectos y debilidades, siempre llamó mi atención. Porque por una parte estoy convencido de que el hombre debe enfrentar las dificultades y errores cometidos, y sobreponerse con esfuerzo y perseverancia. Sin embargo, por otra parte también he llegado a la conclusión de que Dios se vale de nuestras limitaciones para mostrarnos nuestro camino. ¿A que me refiero?. A que el Señor nos da un talento para que lo desarrollemos, para beneficio de nuestra alma, pero también permite nuestra falta de talentos y los obstáculos que aparecen cuando intentamos ir en un rumbo determinado, para decirnos a las claras cual es el rumbo que no debemos tomar. Y no estoy sugiriendo que ese rumbo sea necesariamente malo, sino que no es el que Dios espera de nuestra vida.

Camino de Dios

Es como si las dificultades de la vida y nuestras carencias de talento fuesen antorchas que Jesús coloca frente a nosotros en una noche oscura. A veces tratamos de arrancar esas antorchas que se interponen en nuestro camino, cuando en realidad son las marcaciones del camino que El espera que tomemos. Imaginen un avión que está buscando aterrizar en una noche oscura, en una ciudad desconocida. El piloto busca y busca la pista, y de repente ve dos filas paralelas de luces, como antorchas, que dejan una negra y oscura franja en el centro. ¿Qué hace entonces?. ¿Quizás coloca las ruedas del avión sobre las luces?. ¡No!. Justamente las coloca en medio de la oscuridad, en el lugar donde no hay ninguna luz, porque sabe que allí está la pista, franca y segura para posar su nave. Virtualmente, él esquiva las luces porque sabe que están puestas allí donde no puede posar su avión, su misión es indicar donde está el camino seguro, la pista de aterrizaje.

Del mismo modo, a veces pienso que Jesús nos pone los obstáculos de la vida para señalarnos la ruta, como antorchas que marcan nuestro camino: Él no espera que pasemos por encima de las antorchas, ni que las intentemos remover una y otra vez. Todo lo contrario, Él espera que pasemos por ese lugar que está claramente delimitado por las antorchas, sabiendo que allí no sólo no hay obstáculos, sino que se encuentra la ruta segura. He llegado a ésta conclusión porque muchas veces me ha costado tanto llevar a buen puerto una idea o una intención, que interiormente medité si Dios no estaría diciéndome que por allí no debo avanzar. Por otra parte, cuando algo es la Voluntad de Dios, progresa no sin esfuerzo o trabajo, pero si de forma franca y clara, como circulando por un camino despejado.

Estamos hablando de la Divina Providencia, en la que tantos santos confiaron ciegamente para el desarrollo de los proyectos de caridad, proyectos de santidad, que construyeron a lo largo de su ascenso espiritual. Ellos supieron que Dios les marcaba el camino, despejando la ruta deseada por la Divina Voluntad, y dejando todo tipo de obstáculos en las sendas que no estaban indicadas por el Querer Divino. La Divina Providencia dispuso las cosas alternando ayudas y permitiendo obstáculos, llevando a estas almas de Su Mano, desarrollando el Plan Celestial en estos nobles corazones.

Muchas cosas quisiéramos ser, que la realidad de la vida nos demuestra no son posibles. No nos frustremos, tratemos de ver en ello una indicación de que Jesús está tratando de llevarnos en otra dirección. ¡Confiemos en Su Mano de Maestro, entreguemos nuestra vida a la Divina Providencia!

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Fuente: Reina del Cielo