Una sonrisa, una sola sonrisa de Jesús es más valiosa que todo el oro del mundo. ¿Qué puede hacer el prodigio de un atardecer en el mar con el sol dibujando toda la grandeza de la creación, puesta ante nuestros sorprendidos ojos, en comparación con una sonrisa de Jesús? Una sonrisa del Señor borra infinidad de lágrimas vertidas por Su Corazón Amante, abre las puertas del Cielo y derrite el Amor del Padre que sin más que decir se funde en un abrazo universal sobre el mundo.
Por eso, arráncale una sonrisa a Jesús, haz que El vea en la Cruz el motor que te impulsa a derramar una gota de amor sobre Su Obra de Redentor. Será como tomar unas tenazas y arrancar los clavos que lo sujetan al Madero. O será como quitar delicadamente las Espinas que, enredadas en Su Cabello, se hunden en Su Santa Humanidad. O será, quizás, como darle un poco de agua en Su sedienta Boca en el momento en que más la necesita.
Arráncale una sonrisa a Jesús, de ese Rostro que puede iluminar las noches de oscuridad de muchas almas, desesperadas y dolientes. Luz que surgirá de Sus Ojos y blandirá la Espada de Su Santa Palabra para consolar los corazones que esperan, en la fortaleza de la fe. Una sonrisa arrancada al Señor de la Misericordia será más provechosa que todos los esfuerzos humanos puestos a ayudar y consolar a las almas necesitadas.
Obliga a Jesús a sonreírte, haciendo que Su Sagrado Corazón se encuentre acorralado ante tu gesto sorprendente y heroico. Que tu voluntad, maravilloso regalo de Dios, haga un giro inesperado y glorioso y derrame una gota de amor sobre el mundo desierto, sobre la tierra seca y resquebrajada. El, Señor del Amor y la Misericordia, no podrá más que dar un salto de alegría, liberando una rápida sonrisa que partirá de Su Mirada para abrirse a Sus Mejillas, a Su Boca. Pronto, Su Santo Rostro será todo sonrisa, todo gozo.
Con esfuerzo mira en el Santo Rostro de Jesús al Hombre que suspendido en la Cruz no hizo más que pensar en nosotros, en nuestra Salvación. Sólo que aquel día Su Humanidad no pudo sonreír, todo fue dolor y traición. Una sonrisa arrancada al Señor lo lleva nuevamente a Belén, a la cunita donde María lo arrullaba, y a los años de Su infancia en la casita de Nazareth. A los momentos de felicidad en la tierra, alegría compartida con los que lo amaban con un corazón justo y bueno.
Arráncale una Sonrisa a tu Jesús, el que está esperando a la puerta de tu corazón. Dale un motivo para alegrarse, ábrele la puerta y dale un abrazo, invítalo a entrar a tu vida. En ese abrazo de Hermano, de Amigo, de Dios, El pondrá toda Su Misericordia y te invitará a dejarte lavar por el agua de Su Perdón. Y en el Pan Sagrado pondrá aquello que haga eterna tu amistad con El, sonrisa que se elevará como una espiral infinita hacia el cielo, que te abrazará y será luz por los tiempos de los tiempos.
¿Sabes acaso qué es lo que puedes hacer, que haga sonreír a Jesús? Está a tu alcance, muy cerca. Medítalo, El estará atento a tu oración y pondrá Sus sutiles rastros en tu alma, sedienta de Su sonrisa de Dios amante.