Queridos hermanos en la Fe, todos sentimos que estamos viviendo momentos trascendentes para nuestra Iglesia. Más allá de que el mundo sigue enfrascado en sus vanidades, uno puede darse cuenta por las noticias que se ven a diario, que algo muy importante ocurre estos días en el Vaticano. Por supuesto que las noticias que se publican no representan la verdad espiritual de lo que acontece, sino que simplemente tratan de atraer a los lectores con anuncios espectaculares y semejantes de algún modo a lo que ocurre en el mundo de la política o los negocios. Son como buitres que revolotean anhelando un banquete del que sacar provecho.
Hoy, quiero escribir sobre este tema, pero de un modo distinto, como me gustaría que lo hagan los periodistas. Si, porque nosotros, como Católicos, sabemos que no podemos creer lo que dicen los medios, así como no podemos pretender reconciliar el relato que nos pintan los periódicos con las verdades de nuestra fe. La realidad de nuestra Iglesia es espiritual, y el mundo no solo no comprende esto, sino que no tiene la menor intención de reconocer que Dios está presente en la construcción de la historia.
Por supuesto que los que amamos a la Iglesia sabiendo que Ella es el Cuerpo Místico del Señor, comprendemos que hay otras realidades de las que no escriben los medios de difusión. Por las Sagradas Escrituras sabemos que la Iglesia fue creada por Jesucristo mismo, construida perfecta en Sus Sacramentos, moldeada paso a paso a través de los siglos con la sangre de los mártires, con la entrega de los santos.
Dijo Jesús: “Y yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta Roca edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra Ella” (Mateo 16,18).
En esta fundamental frase Bíblica Jesús une el anuncio no solo del Primado de Pedro como cabeza de la Iglesia, sino también de los Papas que lo iban a suceder a través de los siglos. Pero mucho más trascendente aun es la confirmación de que por más que la Iglesia sea atacada por las fuerzas del mal, ellas no prevalecerán nunca contra Ella, dándole el carácter de Eterna.
La Iglesia es Cristo, y llegará el día cuando El vuelva en Gloria, en que los benditos del Padre estarán todos unidos en la Jerusalén Celestial. Esta promesa es el fundamento de nuestra Fe, la que nos da esperanza, la que nos hace afirmarnos aún más al tronco que nos da la vida.
No cabe duda de que cuando Jesús hizo a Pedro cabeza de la Iglesia naciente, nos dio también un mensaje de cómo serían los siglos por venir. Pedro era un hombre, imperfecto como tal, pero dócil a la acción del Espíritu Santo, particularmente a la hora de llorar y arrepentirse de sus errores. Pedro lloró, pero guió a su rebaño a llanuras verdes y aguas tranquilas, aun en medio de la persecución y caminando hacia su propia muerte en cruz.
Tengamos Fe, porque Jesús no dijo que los hombres que conducen a la iglesia iban a ser como ángeles, sino que al imponer a Pedro esa misión como primer Pontífice anticipó las dificultades que la Barca de Pedro iba a enfrentar a través de los siglos. No nos dijo Jesús que la Iglesia no iba a ser atacada por las fuerzas del mal, sino todo lo contrario. Y tampoco nos dijo el Señor que los ataques del mal no iban a hacer mella en Su Iglesia, sino que esos ataques…”del infierno no prevalecerán contra Ella”.
En estas épocas somos testigos de una nueva elección de Sumo Pontífice, y sabemos cuán importante es que Dios nos dé un Papa Santo. Necesitamos que el Espíritu Santo se derrame sobre el Conclave, como respuesta a nuestras oraciones, a nuestros ayunos, particularmente porque todo esto ocurre en tiempos de Cuaresma. Pero al fin del día, lo que tenga que ocurrir es la Voluntad de Dios para estos tiempos, y debemos confiar en la Providencia Divina como Motor que mueva al mundo.
Es la hora de las fidelidades, de no fallarle a nuestro Dios, de estar firmes y dispuestos a alimentar una Fe sobrenatural que nos haga comprender de corazón el Milagro Cotidiano de Jesús realmente presente en la Eucaristía, porque allí está el Centro del Universo, el motor que mueva al mundo.