Me dijo un amigo: tengo la impresión de que durante los tiempos de Juan Pablo II, nuestro amado Pontífice, se han visto más Canonizaciones que en otros tiempos de la Iglesia. Y también parece que, en promedio, toma menos tiempo para canonizar a las almas que llegan a los altares, desde su muerte, que en los siglos previos. ¡Qué enorme gracia nos concede Dios!
El obrar del Espíritu Santo, activo en los hombres y en el resto de la Creación, nos regala ésta verdadera explosión de almas santas.
¿Cuál será el sentido de este maravilloso florecer del jardín de Dios, dentro del plan Celestial?. Seguramente existen muchos motivos, pero uno en particular atrapa mi atención: evidentemente el mundo no está bien, a pesar de los permanentes esfuerzos de Dios en recogernos y ayudarnos a volver al camino marcado por la Sangre del Redentor. Una de las formas que tiene el Señor de tratar de ayudarnos, es la de ofrecernos variados modos de llegar al Reino, a través de la existencia de distintos santos que iluminan nuestra vida.
Cada santo representa un distinto modelo de camino, de llegada a la santidad que Dios espera de nosotros. Por supuesto que Cristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, nos mostró en Su Naturaleza Humana la perfección que Su Naturaleza Divina le infundió. Así, en la vida de Cristo se pueden advertir infinitas facetas de Virtud que se pueden explorar como modos de progresar espiritualmente. ¡Es cuestión de elegir la virtud que más se aproxime a los dones naturales que a cada uno de nosotros Dios nos dio, y seguirla!. Pero Dios no se queda allí: nos da más. El Señor toma cada una de Sus Virtudes Divinas, y moldea uno o varios santos en cada una de ellas, para que tengamos modelos mas cercanos a nosotros a quienes imitar. Como si fueran bastones en los cuales apoyarnos para poder caminar por el sendero de la Luz.
De éste modo, ¡tenemos santos para todos los gustos!. Habrá quienes se sientan más identificados con la sencillez de Santa Teresita, o con la fuerza de San Pablo o María Magdalena, o con la sabiduría de San Agustín, o con el infinito amor Eucarístico del Padre Pío. ¡Que interminable lista!. Así, es fundamental entender que la existencia de las almas santas tiene dos lecturas paralelas, pero inseparables una de la otra:
Por una parte, los santos son un regalo de la criatura a su Creador. Es la alegría de Dios al ver que pocos, pero al menos algunos de sus hijos, le son fieles. Y por otra parte, son regalos de Dios a los hombres, para que éstas almas se transformen en faros que iluminan la profunda noche que habita en este mundo.
¿Y por qué Dios acelera y aumenta la cantidad de santos que nos regala en estos tiempos?. Yo diría que todos estos nuevos santos son como cuerdas, como sogas que Dios suelta desde el Cielo, hacia la tierra. Son invitaciones a que escalemos por la soga que más nos agrade, que subamos por ella al Reino de Dios. Que tomemos una de estas gruesas y fuertes sogas con nuestras manos, y ascendamos con ganas hacia Dios. Tienes muchas a tu alcance, todas ellas llevan escritos nombres de santos. ¡Elige una, y escala con todas tus fuerzas!
El Señor, nuestro Padre que nos ama y nos cuida, nos arroja cada vez más y más de estas sogas, y lo hace cada vez más rápido. ¿Por qué será?