Recientemente hemos disfrutado de una ola que arrasó el mundo: los efectos de la película “la Pasión”. Casi cuesta creer que en medio de tantas piedras y espinas que invaden a los medios de comunicación, y particularmente al cine, haya crecido una flor tan maravillosa como la obra de Mel Gibson ¡Es una ráfaga del Espíritu Santo!
Sin embargo, la respuesta de la oscuridad no se hace esperar en ésta guerra sin cuartel: me refiero al éxito de ventas del libro “Código Da Vinci”. Por supuesto que no he leído el libro (¿para qué envenenar mi alma?), pero he presenciado tantas discusiones y conversaciones en distintos países y entre distinta gente, que tengo una idea sobre el contenido. Y francamente he escuchado dos o tres detalles sobre cuestiones que constan en el libro, supuestamente relacionadas con la vida de Jesús, que me producen un sentimiento muy feo, de rechazo, de disgusto, de enojo e indignación.
Pero sabrán que no sólo existe el libro y una superproducción cinematográfica, sino muchos otros textos escritos sobre la idea propuesta por el señor Brown, tratando de explicar su éxito, y por supuesto autores que lo defienden, y otros que lo desnudan en su verdadera esencia e intencionalidad. En medio de todo este arsenal bibliográfico y cinematográfico se advierte claramente que el autor se propuso escribir un best seller mundial, no importándole absolutamente ninguna otra cuestión. Sin moral religiosa ni principio ético alguno, se lanzó apasionadamente a ganar dinero, cuestión confesada por el mismo Brown. Está claro entonces quien es el inspirador de ésta obra, por si hiciera falta.
La técnica que utilizó fue la de mentir de la manera más creíble posible, de tal modo de generar una controversia religiosa de proporciones, que lleve a la gente a sentirse atraída por esta “nueva” versión de la vida del Cristo, más adaptada a la cultura y conocimientos del mundo moderno. Y lo curioso es que el autor nunca negó que se trata, en su totalidad, de una novela. Sin embargo, por el modo en que está escrito el libro, muchísimos lectores tienden a creer que los contenidos son ciertos, por más que el género novelesco no pretende que el mismo refleje realidad histórica o espiritual alguna. ¡Es un verdadero veneno para las almas! He compartido almuerzos y cenas donde surgió espontáneamente el tema, ya que los que lo leen quedan verdaderamente prendados sobre esta obra que supuestamente “desenmascara” el verdadero rostro de ese Hombre que vivió 2000 años atrás, y de la Iglesia que surgió a partir de Su Mensaje y Legado ¡Es increíble que personas con formación religiosa “compren” con tanta facilidad semejantes falsedades!
¿Por qué la gente se deja atrapar tan rápidamente con estas mentiras tan burdas? Muchos motivos, pero uno predomina. Es la culpa de no llevar una viva que agrade a Dios. El alma, al saberse en falta, busca justificaciones para no sentirse mal. Cuando el mundo envía el mensaje de que el Cristianismo está fundamentado en bases falsas, las almas débiles encuentran en ello el consuelo a sus culpas más profundas, haciendo que ésta “nueva teoría” corra como reguero de pólvora. Lo más grave es que con ésta argucia tan simple se logra imponer una imagen de Jesús alejada de Su verdadera esencia: el amor, la pureza, la sencillez de corazón. Se nos presenta al Señor como si fuera un hombre más, o a lo sumo como uno de esos dioses griegos, corruptos e inmersos en bajezas del todo humanas. Con dioses así como modelos, los griegos adormecían su conciencia, sus almas, porque admiraban a divinidades que incurrían en orgías y crímenes que disculpaban toda falta propia.
Siguiendo la misma lógica y mediante estratagemas perfectamente urdidas, buscan destruir en estos tiempos la imagen de Cristo. Jesús que es todo amor, todo sencillez y todo pureza, es rebajado a ser un hombre más y de los peores, como si fuera un antiguo dios griego. Nos lo muestran como un mentiroso y especulador que tramó una confabulación que perdura por los siglos. Y como si fuera poco, lo muestran sujeto a las más desagradables bajezas humanas. ¡Cómo se atreven a semejante mentira!
Cuando veo el daño espiritual que ésta obra le produce a la gente, me surge un sentimiento de impotencia, y luego de enorme tristeza. ¡Qué difícil es rescatar a esas almas, cuando el veneno que se les suministra las contamina de modo tan cobarde! ¿Cómo poder luchar contra éstas avanzadas del enemigo espiritual? Con amor, sin dudas. Hay que continuar difundiendo que Cristo, nuestro amado Señor, es puro Amor. No va a entrar Jesús a las almas por la cabeza de las personas, sino por el corazón. Es el enemigo el que contamina la mente con sus razonamientos y maquinaciones, y desde allí pasa al corazón de las personas, contaminándolo. El bien, la Palabra de Jesús, recorre el camino inverso: primero enamora el corazón, y después se transforma en conocimiento profundo. El corazón primero, la mente después. La puerta está en el corazón, el tesoro a conquistar por el Señor es nuestro corazón.
En medio de éste enfrentamiento entre la verdad y la mentira, entre la verdadera sabiduría y la confusión, entre el amor y el odio, pidamos a Dios nos dé la Gracia de saber reconocerlo, de poder trabajar para El, de no caer en duda alguna sobre la verdadera Presencia del Espíritu Santo entre nosotros. La Paz verdadera la reconoceremos cuando nuestros corazones se aquieten, seguros de haber encontrado a nuestro Maestro, Cristo, el Único y Verdadero Dios, en medio de un mundo que nos propone tanta confusión.