Alerta: Este es un video que sabe a Navidad, pero seguro que vale para cualquier momento. La historia que les presentamos a continuación nos habla de la Lotería de Navidad en España, nos da en realidad una lección del valor de las relaciones interpersonales en nuestra vida y lo que representan en nuestra felicidad.
La historia nos deja ver que, aunque el suceso contribuye a la felicidad del protagonista, lo que nos hace realmente felices es el impacto positivo que nuestras decisiones y acciones pueden tener en la vida de otras personas.Contribuir con la felicidad de los demás ya nos hace a nosotros mismos más felices.
A continuación, compartimos con ustedes algunos detalles de la historia que nos ofrecen importantes elementos apostólicos:
El efecto que puede tener la calidez del trato
Una de las cosas que más puede llamar la atención fue la buena onda de la dueña del cafetín. Se le ve como una mujer alegre que parece genuinamente interesada en conocer a sus clientes. No pregunta por cumplir, sino que les dedica tiempo, presta atención y recuerda detalles. Desde si Juan se había reconciliado con el hermano, hasta si el familiar de la joven mujer ya había salido del hospital.
Un detalle importante es que este trato no solo lo tenía con los clientes sino también con los otros trabajadores del mercado. Prueba de eso es que cuando se enteran del premio, todos parecen ir a su puesto para celebrar juntos.
Aquí vale la pena reflexionar si nos comportamos como ella en nuestro centro de estudio o trabajo: ¿Tenemos este trato cálido con las personas que nos rodean? Muchas veces, la gente no recordará tanto nuestros nombres, lo que dijimos o dejamos de decir, sino cómo les hicimos sentir.
¿Comunicamos algo de Dios en nuestro trato con los demás? No necesitamos hablar del evangelio con todos y a cada momento, pero sí dar verdadero testimonio del amor de Dios que llevamos dentro. Un gesto amable, sincero, respetuoso y sobre todo, caritativo.
De vuelta en la historia, es justamente ese trato caritativo el que le permite a Juan conocer la dura situación de la joven, compartir con ella el premio y liberarse así del ciclo repetitivo en el que vivía.
«Hay más dicha en dar que en recibir»
Seguro que estamos familiarizados con esta frase. Juan probablemente la conocía también, pero como muchos de nosotros, no la vivía. Al contrario, parecía que todos sus esfuerzos estaban dirigidos hacia sí mismo y su comodidad.
Estaba acostumbrado a no conmoverse fácilmente con las necesidades de los demás. Su capacidad empática estaba ciertamente por los suelos. ¡Qué diferencia con lo que se nos exige como cristianos! «No niegues un favor a quien te lo pida, si en tu mano está el otorgarlo». (Prov 3, 27)
En el video, Juan tuvo que ser presa de un loop existencial para poder aprender la lección y abrir los ojos a la realidad de los demás. Debido a que es muy probable que nosotros no pasemos por esa experiencia, sí podemos hacer la prueba, desde nuestra rutina diaria, de vivir la generosidad y aprender a decirnos que «no» a nosotros mismos de vez en cuando.
Como dice el conocido evangelizador católico, Christian Huerta (Semper Fiat): «la comodidad es enemiga de la fe y el crecimiento espiritual». Démonos la oportunidad de renunciar a nuestro excesivo confort y egoísmo, ayudar a los demás y experimentar la satisfacción de una obra hecha por amor a nuestro Señor.
La verdadera felicidad está en compartirla con otras personas
Nuestro Papa Francisco afirma: «Hoy se vive la paradoja de un mundo globalizado en el que vemos tantas casas de lujo y edificios de gran altura, pero cada vez menos calor de hogar y de familia. Muchos proyectos ambiciosos, pero poco tiempo para vivir lo que se ha logrado. Tantos medios sofisticados de diversión, pero cada vez más un profundo vacío en el corazón.
Muchos placeres, pero poco amor. Tanta libertad, pero poca autonomía… Son cada vez más las personas que se sienten solas, y las que se encierran en el egoísmo, en la melancolía, en la violencia destructiva y en la esclavitud del placer y del dios dinero».
Esto mismo le pasó a Juan. Al comienzo, estaba ciego a su propia soledad y egoísmo. Tuvo que vivir varias veces el mismo día para abrir los ojos y el entendimiento y darse cuenta de su ceguera con respecto a la gente que lo rodeaba.
«Para Dios, el amor para siempre no es una utopía de adolescente, sino un sueño sin el cual su creatura estará destinada a la soledad. En efecto, el miedo de unirse a este proyecto paraliza el corazón […] Cada vez menos seriedad en llevar adelante una relación sólida y fecunda de amor: en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en la buena y en la mala suerte.
El amor duradero, fiel, recto, estable, fértil es cada vez más objeto de burla y considerado como algo anticuado. Paradójicamente también el hombre de hoy –que con frecuencia ridiculiza este plan– permanece atraído y fascinado por todo amor autentico, por todo amor sólido, por todo amor fecundo, por todo amor fiel y perpetuo. Lo vemos ir tras los amores temporales, pero sueña el amor autentico; corre tras los placeres de la carne, pero desea la entrega total».
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Fuente: Catholic-link