“Tengo que deciros a todos que creo que jamás he sentido una reacción como la que acabo de tener y realmente quiero agradecéroslo”: cuando escuchó estas palabras, el compositor Stephen Edwards no pudo evitar un ¡Uau! como exclamación de asombro satisfecho.
Una mujer que asistía al ensayo de su misa Requiem por mi madre había pedido la palabra inopinadamente para dar salida a lo que sentía y pronunció, emocionada, esa frase.
(Los niños del coro acababan de interpretar el Requiem Aeternam que, si has hecho caso de nuestro consejo, debes estar escuchando en este momento. Es la pieza que abre la misa y según Deal Hudson en The Christian Review, “una obra maestra”, “un tema memorable”: “No me imagino que alguien que escucha este movimiento no quiera oír el resto”.)
Edwards es un músico bien conocido en Hollywood, así que está acostumbrado a suscitar sentimientos en las personas que asisten a las películas y series de televisión a las que ha contribuido con su música, ya sea como compositor (más de sesenta, de todo tipo de géneros) o interpretándola como pianista o director de orquesta. Entre ellas y como más célebres, Mujeres desesperadas (Desperate Housewives, 2004-2012, con Teri Hatcher, Eva Longoria, Marcia Cross y Felicity Huffman), El truco final (The prestige, 2006, de Christopher Nolan, con Christian Bale, Hugh Jackman y Scarlett Johansson) o The Mechanic (2011, de Simon West, con Jason Statham, Ben Foster y Donald Sutherland). Comedia, acción… ¡incluso acaba de rematar la música de una película de zombis!
¿Por qué un hombre acostumbrado a pensar en términos del cine comercial se lanza a consagrar a su madre una sublime muestra de música religiosa contemporánea?
Hay dos razones: Stephen es católico y fue su madre, Rosalie Savarino Edwards, profesora de piano, flauta y canto, quien le educó desde pequeño en el gusto por la bellleza de esta forma de arte. Es pues, una historia de doble gratitud.
Edwards ya había hecho incursiones en ese ámbito. En 2002, en buena medida como tributo a los héroes del 11-S y al servicio de la ola de patriotismo que recorrió Estados Unidos, compuso e interpretó, para un álbum titulado Ave Maria Mass, distintos himnos litúrgicos y temas clásicos de homenaje a soldados, policías y bomberos. La misa se la había encargado el filántropo Thomas S. Monagham (fundador de Domino’s Pizza y de Ave Maria University)
Pero el Réquiem por mi madre es mucho más, y de hecho la idea inicial era componerlo a la muerte de Juan Pablo II, una figura que había sido importante para toda su familia. Le había conocido con sus padres en el Vaticano, donde le pareció que era “una personalidad inspiradora y enormemente dinámica”. Integrado en un coro, cantó ante él en 1987 durante una de sus celebraciones en su visita a Los Ángeles: “Así que, cuando murió en 2005, pensé que sería realmente interesante escribir un réquiem en su honor”.
Empezó a trabajar en la idea y contactó con una orquesta que organiza conciertos en el Vaticano con la intención de estrenarlo allí. Entonces a su madre le diagnosticaron un cáncer de ovario y falleció muy rápidamente en 2006 a consecuencia de las complicaciones de una operación quirúrgica: “Cuando eso sucedió, resultó obvio para mí que debía escribir el réquiem para Rosie”. Ese mismo año Stephen perdió también a su padre.
Cuando eran niños, Rosie dispuso en la casa un piano Steinway para que Stephen y sus tres hermanos aprendieran música desde muy pequeños: “Empecé a tocar el piano cuando tenía siete años. Ella era la principal fuerza que había tras mi música, mi mayor influencia, mi mejor seguidora y animadora. Literalmente, me dio el regalo de la vida y el regalo de la música. Y eso fue así hasta el día en el que murió”.
Stephen Edwars tiene 55 años, está casado y tiene una hija y reside en California. Nacido en Michigan aunque también con la nacionalidad italiana (su madre descendía de inmigrantes sicilianos), estudió en el conservatorio de la Lawrence University de Wisconsin y en la prestigiosa Dick Grove School of Music. Ganó un concurso nacional de talentos patrocinado por Disney World y enseguida empezó a trabajar en la meca del cine.
Una catarsis de esperanza
Toda esa experiencia debía cuajar en una obra maestra, y lo hizo. A lo grande, como ella merecía: “Mi razón para hacer esto fue devolverle algo a ella y vivir mi propia experiencia catártica para superar su pérdida”.
La misa de Réquiem por mi madre, que consta de once movimientos, necesita para ser interpretada un coro de 160 voces, sesenta de ellos niños, y una orquesta de 50 músicos.
El estreno fue en 2008, en la basílica de San Ignacio de Loyola de Roma, por todo lo alto, con el Coro Sinfónico Continuo Arts y la Orquesta Sinfónica de Praga, bajo la dirección de Candace Wicke, la primera mujer que dirigía una obra en el Festival pro Musica et Arte Sacra en el Vaticano. Y en 2017 Stephen ha producido un documental espectacular para recoger ese momento, cómo se preparó, y hablar de su madre y de su influencia sobre él y su música. El documental ya ha ganado varios premios.
“Una música poderosa y emotiva”, “un trabajo de grandiosa coherencia”, “combina calor expresivo y fuerza dramática”, “lleno de gravedad e importancia”: son algunos de los calificativos que han recibido la música protagonista del documental y el documental mismo. Y Stephen está feliz de que su forma de expresar su dolor y su esperanza ante la muerte de su madre no sirva solo para él: “Enseguida me di cuenta de que escribirla era catártico para mí, pero en cuanto estuvo escrita lo fue para otros”, que incluso se han acercado a decirle que este Réquiem les ha ayudado a sobrellevar la pérdida de algún ser querido.
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Fuente: Religión en Libertad