Desde su nacimiento, Argentina es de María. ¿Cómo dudarlo? Miremos nuestra bandera, esa franja blanca en el centro no puede ser más que el cuerpo Puro e Inmaculado de Ella, envuelto por el Manto celeste. ¿Y que podíamos encontrar en el centro, sino el Sol? El Sol, puesto en el Vientre de la bandera, representa al Niño Jesús, Luz y guía de nuestra Patria. Nuestra bandera no surgió así por coincidencia, ya que los padres de la Patria demostraron en todo momento un profundo amor Mariano. Alcanza con admirar la historia de Luján para comprenderlo, allí se descubre el origen y cuna de nuestro país.
¡Y la Virgen reclama su tierra!. Tierra regada por las Gracias que Dios siempre concede a las obras de Su Madre. Baste mirar todo lo que tenemos, para darse cuenta cuan predilectos somos. Pero también baste mirar el ataque permanente que hemos recibido a lo largo de nuestra historia, para comprender la responsabilidad que nos cabe, como custodios de este suelo santo. Como ocurre con toda obra de Dios, especialmente las encabezadas por María, Argentina ha recibido y sigue recibiendo toda clase de ataques del mal. Y es en estos tiempos en que nuestro país se ha transformado en el centro de una verdadera batalla espiritual, que se puede ver claramente en el intento de arrebatar esta tierra a María.
¡Ni modo!. Dios no lo permitirá. Pero somos nosotros, los que amamos a Jesús, por María, quienes debemos ser valientes defensores de la raíz Mariana de nuestra nación. No nos quedemos como espectadores, mirando simplemente como se desarrolla ésta batalla. Recuperemos nuestras raíces, nuestro origen Mariano, que se resume en nuestra bandera, en nuestra Virgen de Luján, en nuestro amor por Cristo como verdadero Dueño de nuestra tierra.
Enormes Gracias se han derramado sobre nuestra tierra, debemos honrarlas con la fidelidad de los hijos de Dios. ¡A Cristo, por María, entonces!