Plock, Polonia
Jesús y la Virgen María se aparecen a una Religiosa llamada Elena Kowalska, que al recibir sus votos adoptó el nombre de Sor Faustina. Desde niña recibe testimonios y la Presencia de Jesús, hasta que de adolescente es llamada por el Señor, mientras se encontraba bailando en una fiesta. Cristo se le aparece allí vestido de harapos y con Su Cuerpo flagelado, recordándole que Él la ha estado invitando a dedicarle su vida.
Siendo ya una Hermana en un convento de Plock, recibe un mandato de Jesús: en 1931 Él se presenta con su mano derecha en alto, mientras de su Corazón brotan dos rayos, uno rojo y otro blanco. El Señor le pide que difunda ésta imagen junto con la frase Jesús, en Tí confío.
A pedido de su Director Espiritual, escribe un diario de seiscientas páginas, donde el Señor le revela su enorme Misericordia y una serie de devociones que deben difundirse por el mundo, junto a la imagen del Jesús Misericordioso.
También recibe advertencias sobre el estado de pecado del mundo y la inminencia de su vuelta en Gloria, como el Justo Juez, sucediendo a la era de la Misericordia.
Jesús le entrega en 1938 pistas que anticipan la importancia que tendrá un futuro Papa Polaco, en el desarrollo del mundo. Y es justamente Juan Pablo II quien, tras diecinueve años de prohibición de la devoción a la Divina Misericordia recibida por Sor Faustina, aprueba e impulsa su obra, culminando con su Canonización durante el año 2000.
La imagen del Jesús Misericordioso, la fiesta de la Misericordia, la devoción de la hora tres y la novena de la Divina Misericordia, se han esparcido por el mundo dando una brisa de aire renovado a la Iglesia. Ésta invitación de Jesús a recordar que nuestros pecados serán perdonados siempre que tengamos humildad de corazón y verdadero arrepentimiento, en momentos en que el mundo vive sus horas más oscuras, resulta un más que oportuno llamado de atención al amor del Padre.
Por estos tiempos, en que el demonio se regodea en todas sus conquistas sobre el mundo, la imagen de Jesús invitándonos a dejar atrás nuestros pecados y convertirnos, es un imán que debe atraernos a la Confesión y la Eucaristía. Pero es desde el corazón que debemos tener verdadero arrepentimiento, para someter a nuestra alma a la purificación que haga que, poco a poco, elevemos nuestro camino a la santidad hacia niveles mas cercanos a la verdadera humildad, y a la unión de nuestra voluntad a la voluntad de Dios.
¿El momento y el lugar?
1931 es un momento de crisis económica mundial profunda. Los años de la diversión desenfrenada, conocidos como los años locos, culminaron en el mayor flagelo económico mundial que el hombre hubiera conocido hasta entonces.
Pero Polonia es un lugar distinto. Una nación que siempre vivió asediada por sus vecinos, invadida y dominada, empobrecida y disminuida. Una nación profundamente católica, que no había sido tan afectada por los cismas que asolaron a los países de la región durante siglos.
Es en Polonia donde Jesús pone una semilla que germinará y cambiará muchos de los fundamentos de la Iglesia, a partir de Juan Pablo II.
Pero es a través de una pobre mujer, con escasa cultura, que Jesús y María deciden en silencio dar impulso a una parte importantísima de la obra Celestial.
Polonia está bendecida por la voluntad de Dios, que ha querido que desde allí, y en un camino paralelo y unido, surjan dos de las almas mas trascendentes para la lucha contra el avance del mal sobre la humanidad.
En lugares desconocidos, en eventos desconocidos, con personas desconocidas, es que se escribe la historia del amor a Dios. La humildad y la sencillez son una vez más la marca que distingue la Mano de Cristo, presente en los corazones más pequeños y en las almas más ocultas a los ojos vanidosos del mundo moderno.
¿La vidente?
Elena Kowalska (Sor Faustina a partir de su Ordenación como Religiosa) había nacido el 25 de agosto de 1905 en el pueblo de Glogowiec (cerca de la ciudad de Lodz, en Polonia), como la tercera en una prole de diez hermanos, de una familia de campesinos.
En 1912, a la edad de siete años, Sor Faustina oyó por primera vez una voz en su alma que la llamó a un estilo de vida más perfecto, como inicio de una vida que fue profundamente influenciada por visiones y locuciones internas de Jesucristo.
Desde pequeña se destacó por el amor a la oración, la laboriosidad, la obediencia y una gran sensibilidad ante la pobreza humana, pese a que la educación que tuvo fue corta (menos de dos años escolares).
Desde muy joven sintió el llamado a la vocación religiosa. Una tarde confía a sus padres que desea entrar en un convento, decisión que sus progenitores no comparten.
A la edad de dieciocho años, en 1923, tuvo una experiencia que marcó su vida. Fue invitada a una fiesta junto con su hermana Josefina. Mientras bailaba tuvo una visión de Jesús, quien cubierto de heridas y con sus vestiduras rasgadas, se dirigió a ella con estas palabras: “¿Cuánto tiempo hace que te estoy esperando y tú siempre me pones a un lado?”. Al oír éstas palabras se dirigió a la Iglesia de San Stanislau Kostka a postrarse ante el altar. Estando en oración escuchó estas palabras: “Ve a Varsovia, allí entrarás en el convento”.
Sin embargo, luego de muchos intentos fallidos y mientras trabajaba de empleada doméstica, no es hasta 1924 que Sor Faustina logra realizar el pedido del Señor. El 1ro de julio hace su ingreso en el convento de la congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia en Varsovia, la capital de Polonia.
Sor Faustina lleva una vida de profundo silencio y oración, tanto que muchas de sus Cohermanas descubrieron luego de su muerte la enorme cantidad de gracias que ella recibía del Señor. Siempre siguió el ejemplo de humildad de María, de la que fue devota seguidora. Los años de su vida en el convento abundaron en gracias extraordinarias: revelaciones, visiones, estigmas ocultos, la participación en la Pasión del Señor, el don de bilocación (estar presente en dos lugares al mismo tiempo, en forma similar al Padre Pío de Pietralcina), el don de leer en las almas humanas, el don de profecía. En resumen, un contacto vivo con Dios, con la Santísima Madre, con ángeles, santos y almas del purgatorio: todo el mundo extraordinario no era para ella menos real que el mundo que percibía a través de los sentidos.
Colmada de tantas gracias extraordinarias sabía, sin embargo, que no son éstas las que determinan la santidad. En el diario escribió: “Ni gracias, ni revelaciones, ni éxtasis, ni ningún otro don concedido al alma la hace perfecta, sino la comunión interior de mi alma con Dios. Estos dones son solamente un adorno del alma, pero no constituyen ni la sustancia ni la perfección. Mi santidad y perfección consisten en una estrecha unión de mi voluntad con la voluntad de Dios”.
En el noviciado, experimenta su “noche espiritual”. Este hecho místico consiste en un período de prueba a su fe, al que Dios la somete para su purificación. Es como exponer el metal al fuego que lo purifica, para que sólo quede el oro, el metal noble que pudo soportar el fuego sin extinguirse. El período de oscuridad y dudas se prolonga casi hasta la finalización del noviciado. La madre directora, María Josefa Brzoza, la insta a permanecer aferrada a una gran fidelidad a Dios.
A una temprana edad, Sor Faustina le pidió insistentemente a Jesús que la lleve pronto al Cielo, ya que estaba convencida de poder ser mucho más útil desde allí a la obra Divina. El 5 de octubre de 1938, a la edad de 33 años, ingresa en la Patria Celestial. Fue enterrada en la capilla del convento, debajo de la imagen de la Divina Misericordia.
Sor Faustina es hermosa, así nos mira desde el Cielo hoy en día, glorificada y santificada. Ella nos conduce por el camino del eterno regreso a Jesús, después de haber pecado y fallado como humanos, por Gracia de la Misericordia Divina. ¡Sangre y Agua para el perdón de los pecados!
¿Los testigos?
Sor Faustina sólo confiaba a su Director Espiritual sus vivencias, siguiendo la guía del propio Jesús. Incluso sus propias compañeras de convento desconocían su activa vida Mística, sus encuentros con Jesús y María. Sin embargo, fue su vida profundamente entregada a Dios, a la caridad, al sufrimiento por los demás, el que dio sustento a todo el reconocimiento que la obra de Jesús realizó a través de sus manos. Los testigos son todos aquellos que viendo la imagen del Jesús Misericordioso y comprendiendo el mensaje de amor que desde Polonia llegó al mundo, supieron luchar por la aprobación de la devoción y de Sor Faustina misma.
Y fue el más fiel hijo de la Virgen María, el Cardenal Polaco Karol Wojtila, quien se transformó en el más firme testigo y defensor de la hermosa Monja Polaca, cuando llegó a ser Juan Pablo II. Él la rescató de la oscuridad y la puso en el sitial que Jesús siempre deseó para Ella, como una de sus esposas predilectas.
¿De qué manera se manifestó Jesús a Sor Faustina?
Sor Faustina veía a Jesús en forma vívida. A lo largo de su vida, ella tuvo visiones del Señor en momentos que marcaron fuertemente su entendimiento del mensaje divino. Se puede decir que lo visual juega un papel muy importante en el desarrollo de la obra de Dios allí.
La visión de Jesús durante el baile de adolescentes, se relacionaba con el dolor que Cristo sentiría si Sor Faustina no ingresaba al Convento, para consolidarse como su Esposa. La opción, entonces, quedó en manos de la Religiosa, que tuvo que cambiar radicalmente sus planes futuros. Sin embargo, la revelación que más marcó su vida (y la nuestra!), vino después: en 1931 tuvo una visión en la cual Jesús se le presentaba vestido con una túnica blanca y la mano derecha en alto, en un claro gesto de bendición. La mano izquierda, reposando sobre la vestimenta, señalaba el corazón de Jesús, del cual partían dos rayos, uno de color blanco y el otro de color rojo.
La imagen del Señor tenía voz
“Pinta una imagen según el modelo que ves, y firma Jesús, en Ti confío. Prometo que el alma que venere esta imagen no perecerá. También prometo ya aquí en la tierra, la victoria sobre los enemigos, sobre todo a la hora de la muerte. Yo mismo la defenderé como Mi gloria. Ofrezco a los hombres un recipiente con el que han de venir a la Fuente de la Misericordia para recoger gracias. Ese recipiente es ésta imagen con la firma Jesús, en Ti confío. Deseo que ésta imagen sea venerada primero en tu capilla y luego en el mundo entero”.
En 1933 Sor Faustina se instala en Vilna, donde encarga al pintor Eugenio Kazimirowski pintar la imagen del Jesús Misericordioso, tal como ella la percibió en aquella visión. La tela estuvo terminada para abril del año siguiente, y es el fiel reflejo de la revelación que el Redentor le había manifestado dos años antes.
¿Cuál es el mensaje que Jesús entrega a Sor Faustina?
La historia de Sor Faustina se ha ido reconstruyendo a partir de sus cuadernos personales, una especie de diario espiritual donde ella fue registrando paso a paso sus experiencias con el Jesús de la Misericordia y los mensajes que de Éste fue recibiendo.
En esas revelaciones, Jesús le pide de manera especial que se recuerde diariamente la hora en que Él murió por nosotros en la Cruz:
“A las tres en punto implora Mi Misericordia, en particular por los pecadores. Y aunque sólo por breves momentos te sumerjas en Mi Pasión, particularmente en Mi abandono en el momento de la agonía, que es la hora de la gran misericordia para todo el mundo, Yo te permitiré entrar dentro de Mi mortal sufrimiento. En esta hora no rehusaré nada al alma que me haga una súplica en virtud de Mi Pasión”.
Respecto de la imagen con las palabras “Jesús, en vos confío”, el Señor le dijo:
“Yo deseo que ésta imagen sea venerada, primero en tu capilla y después en todo el mundo. Yo prometo que el alma que venere esta imagen no perecerá. También prometo victoria sobre sus enemigos aquí en la tierra, especialmente a la hora de la muerte. Yo mismo la defenderé con Mi propia Gloria. Los dos rayos denotan Agua y Sangre. El rayo blanco significa el Agua que hace las almas correctas. El rayo rojo significa la Sangre que es la vida de las almas. Estos dos rayos salieron de las profundidades de Mi tierna Misericordia cuando Mi Corazón agonizante fue abierto por la lanza en la Cruz”
También Jesús instituyó la Fiesta de la Divina Misericordia a través de Sor Faustina:
“Yo quiero que ésta imagen sea solemnemente bendecida el primer domingo después de Pascua. Ese domingo ha de ser la Fiesta de Mi Misericordia. En ese día, las profundidades de Mi Misericordia estarán abiertas para todos. Ese día, la plenitud de Mi tierna Misericordia estará abierta. Verteré un océano de gracias sobre las almas que se acerquen a la Fuente de Mi Misericordia. El alma que se confiese y comulgue obtendrá completo perdón de sus pecados y del castigo merecido. Las almas perecen a pesar de Mi amarga Pasión. Estoy dándoles la última esperanza de Salvación, esto es, la Fiesta de Mi Misericordia.”
Debemos esparcir esta devoción y hacerla conocida a los sacerdotes, para que ellos se motiven a celebrar la Fiesta de la Divina Misericordia en honor de nuestro Señor.
Y finalmente, la Coronilla de la Divina Misericordia completa las devociones entregadas por Jesús en Polonia:
“Oh, cuantas son las gracias que Yo le concederé a las almas que dicen esta coronilla. Las mismas profundidades de Mi Tierna Misericordia se estremecen por causa de aquellos que dicen la coronilla. Escribe estas palabras, Hija mía. Háblale al mundo acerca de Mi Misericordia. Deja que toda la humanidad reconozca Mi Misericordia infinita. Ésta es un signo para los últimos tiempos. Después vendrá el día de la Justicia. Mientras todavía hay tiempo, déjales tener acceso a la fuente de Mi Misericordia, déjales aprovechar de la Sangre y Agua que brotó para ellos. Alienta a las personas a decir la Coronilla que te he dado. Quien la recite recibirá gran misericordia a la hora de la muerte. Cuando digan esta Coronilla en presencia del moribundo, Yo me pondré entre Mi Padre y él, no como Justo Juez sino como Misericordioso Salvador. Los sacerdotes la recomendarán a los pecadores como su último refugio de salvación. Aún si el pecador más empedernido hubiese recitado esta Coronilla al menos una vez, recibirá la gracia de Mi infinita Misericordia. Deseo conceder gracias inimaginables a aquellos que confían en Mi Misericordia. A través de la Coronilla obtendrán todo, si lo pedido es compatible con Mi Voluntad. Entre más grande sea el pecador, más grande es su derecho a Mi Misericordia. Yo demando de ustedes obras de Misericordia, las cuales deben de levantarse por su amor hacia Mí. Ustedes tienen que mostrarle misericordia al prójimo siempre y en todas partes. No pueden evadir esto o tratar de excusarse de ello”.
Para acceder a la Coronilla de la Divina Misericordia HAGA CLICK AQUI
Respecto de la confesión, le ha dicho Jesús a Sor Faustina
“Cuando tú vayas a la confesión, a esta fuente de Misericordia, la Sangre y Agua que fluyó de Mi Corazón siempre fluye sobre tu alma. En el Tribunal de la Misericordia (El Sacramento de la Reconciliación), los milagros más grandes toman lugar y se repiten incesantemente. Aquí la miseria del alma se encuentra con el Dios de Misericordia. Vengan con fe a los pies de Mi representante. Yo mismo estoy esperándoles allí. Yo tan sólo estoy escondido en el sacerdote. Yo mismo actúo en tu alma, haz tu confesión ante Mí. La persona del Sacerdote es, para Mí, solamente una pantalla. Nunca analices qué clase de sacerdote es el que Yo estoy usando. Ábrele tu alma en la confesión como si lo hicieras conmigo, y Yo te llenaré con Mi Luz. Así estuviera allí un alma, o un cadáver descompuesto, de tal manera que desde el punto de vista humano no hubiera esperanza de restauración y que todo ya estuviera perdido, no es así con Dios. El milagro de la Divina Misericordia restaura esa alma en plenitud. Desde esta fuente de Misericordia las almas atraen gracias solamente con la vasija de la confianza. Si su confianza es grande, no hay limite a Mi generosidad”.
¿Cuál fue la relación de Sor Faustina con la Virgen María?
Para Sor Faustina, María era una fuente perpetua de la misericordia de Dios, como madre, tutora, instructora e intercesora. De María recibió el regalo especial de la pureza, la fortaleza en momentos de sufrimiento e innumerables lecciones en la vida espiritual. “María es mi instructora”, escribe Faustina, “que me enseña siempre cómo vivir para Dios. Cuanto más imito a la Santísima Virgen, tanto más profundamente conozco a Dios. Antes de cada Santa Comunión, ruego fervorosamente a la Madre de Dios que me ayude a preparar mi alma para la llegada de Su Hijo”.
Y le dijo María: “Yo soy no sólo la Reina del Cielo sino también la Madre de la Misericordia y tu Madre. Soy Madre de todos gracias a la insondable misericordia de Dios”.
¿Recibió revelaciones sobre el futuro de la humanidad?
Entre otros mensajes referidos a la inminencia de la venida del tiempo de la justicia, Jesús dijo:
“Antes de venir como juez, vendré primero como Rey de Misericordia. Precediendo el día de la justicia, habrá una señal en el cielo dada a los hombres. Toda luz será apagada en el firmamento y en la Tierra. Entonces aparecerá, venida del Cielo, la señal de la Cruz. De cada una de Mis llagas de las manos y de los pies saldrán luces que iluminarán la Tierra por un momento. Habla al mundo de Mi Misericordia, es una señal de los últimos tiempos, después de ella vendrá el día de la justicia. Prepararás al mundo para Mi última venida. Habla a las almas de esta gran misericordia Mía, porque está cercano el día terrible, el día de Mi justicia”.
Repetidas veces el Señor le dice a Sor Faustina que Él está ofreciendo a los pecadores “la última tabla” o esperanza “de salvación”. Jesús quiere que regresemos a Él, pero tenemos que responder ahora, mientras sea aún la hora de la misericordia:
“Antes del día de la justicia envío el día de la misericordia. Estoy prolongándoles el tiempo de la misericordia, pero ay de ellos si no reconocen este tiempo de Mi visita. Todavía queda tiempo. Que recurran, pues, a la Fuente de Mi Misericordia. Quien no quiere pasar por la puerta de Mi Misericordia, tiene que pasar por la puerta de Mi justicia”.
Nuestra Señora también le habla a la Santa Sor Faustina sobre la urgencia del mensaje de misericordia:
“Tú debes hablar al mundo de Su gran misericordia y preparar al mundo para Su segunda venida. Él vendrá, no como un Salvador Misericordioso, sino como un Juez Justo. ¡Oh, qué terrible es ese día!. Establecido está ya el día de la justicia, el día de la ira divina. Los ángeles tiemblan ante ese día. Habla a las almas de esa gran misericordia, mientras sea aún el tiempo para concederla”.
Y en relación a Juan Pablo II, Jesús dijo allí:
“Quiero a Polonia de una manera especial. Si es fiel y dócil a Mi voluntad, la elevaré en poder y santidad, y de ella saltará la chispa que preparará el mundo para Mi última venida”.
Pareciera que aquí Jesús se refiere a Karol Wojtyla, lo que coincidiría con las profecías de la Virgen en las apariciones de Garabandal, donde se escuchó que Juan Pablo II era el último Papa, previo al retorno de Cristo en Gloria. Sin embargo, la interpretación de las revelaciones de Dios son mucho más complejas que esa simple lectura: el Señor nos deja los rastros para que estemos preparados, pero el día y la hora dependen en realidad de nuestro comportamiente. El Señor, pleno de Misericordia, es capaz de cambiar Sus planes las veces que haga falta, con la finalidad de incrementar el número de almas que acceden al Reino. Si oramos y honramos Su Amor, Su Corazón se derrite por nosotros. En cambio, si lo abandonamos damos curso a Su Justicia. En nuestras manos está la respuesta.
¿Cuál fue la reacción de la Iglesia a las revelaciones recibidas por Sor Faustina?
La fama de la santidad de su vida iba creciendo junto con la propagación de la devoción a la Divina Misericordia, y en la medida de las gracias alcanzadas por su intercesión. Millones de copias de los devociones y del Jesús Misericordioso se expandieron por el mundo en las décadas posteriores a su muerte. Ya en el año 1953, unos 25 millones de ejemplares de literatura sobre la Divina Misericordia habían sido distribuidos por todo el mundo.
Durante los años 1958 y 1959, la profecía de Sor Faustina sobre la aparente destrucción del trabajo de divulgación de la Divina Misericordia (Diario de Sor Faustina, 378) empezó a cumplirse: debido a errores incluidos en malas traducciones, y a la imposibilidad de verificar las fuentes directas en un país que estaba detrás de la cortina de hierro, la Iglesia prohibió las devociones por un periodo de diecinueve años.
En 1978, se revocó por completo la prohibición, gracias a la intervención del entonces Arzobispo de Cracovia, el Cardenal Karol Wojtyla. La Hermana Sor Faustina fue beatificada el 18 de abril de 1993 y canonizada el 30 de abril del año 2000, el primer domingo después del Domingo de Resurrección, el cual se conoce como el Domingo de la Divina Misericordia.
El Santo Padre Juan Pablo II dirigió la ceremonia de canonización de Sor Faustina, ahora Santa Faustina, ante una multitud de aproximadamente 200.000 peregrinos. Ella tiene el honor de ser la primera santa canonizada en este milenio
¿Cómo debemos actuar frente a la obra de Santa Faustina de Kowalska?
Es tan claro el mensaje de Jesús, que da tristeza no ver sus resultados de manera más concluyente, sobre la realidad del mundo que vivimos. La Misericordia es Dios esperando y amando. Esperando que nos arrepintamos, de corazón, de nuestros pecados. Esto es el agua de la Confesión, el Sacramento de la Reconciliación. Y una vez que nos arrepentimos, Él nos perdona, no importa cuán graves sean nuestras faltas. Pero debemos arrepentirnos! Y recibirlo en la Eucaristía, que es la consolidación de nuestra entrega a Dios, reconociendo Su Paternidad sobre nosotros.
El demonio difunde por estas épocas la idea de que Dios es tan bueno, que perdona a todos por igual, no importa lo que hagamos. De tal modo se niega al mal, y a satán mismo. Dios espera y ama. Espera nuestro arrepentimiento, y entonces perdona. Por supuesto que el límite de la Misericordia, es la Justicia. Y es en este punto en que Jesús volverá a nosotros como el Justo Juez, que dará a cada uno lo que cada alma haya ganado. Mientras tenemos tiempo, mientras estamos en los tiempos de la Misericordia, no podemos demorarnos. Arrepintámonos, encontremos a Jesús en la Eucaristía y llenemos nuestra alma del gozo de haber vuelto a la casa del Padre, como el hijo pródigo lo hizo.